lunes, 18 de marzo de 2024

A LA PASIÓN DE CRISTO



Raíz ensangrentada de la Pasión celestial,

honda en la tierra del suelo natal,

se hace oscura la luz inmortal,

cruz, muerte y sangre, cáliz de dolor,

sensualidad trágica del fervor,

primavera de espinas y flagelación, 

solemnidad amarga de oblación,

profundidad de la vida y de la muerte,

del alma en oración que se entristece

por la agonía del Puro sufriente, 

pecado y corrupción en noche grave 

de Redención de la maldita carne.

Es el Sí de Dios frente a un No ancestral

que ahora ya no se nos imputará. 


martes, 20 de febrero de 2024

CARTA DE AMOR AL AMOR


 

 

Me he decidido a escribirte esta carta, Amor, siguiendo el ejemplo de la conocida monja portuguesa Mariana Alcoforado, supuesta autora en el siglo XVII de las también célebres Cartas de amor de una monja portuguesa y de la que se decía que estaba enamorada del Amor. Yo también siento hacia ti mismo el sublime sentimiento del enamoramiento que idealiza, ennoblece y eleva siempre, de manera transfiguradora, su objeto. En este bajo mundo lleno de imperfección y transitoriedad y de la vulgaridad y la grosería que inevitablemente impregnan nuestra servidumbre a las tareas cotidianas y nuestro vernos atrapados en la insustancialidad de la vida social convencional, tú eres fuente de idealización y sublimación de nuestra existencia, afecto que es vía de acceso a las grandiosas cumbres de una espiritualización no represiva, sino intensificadora y ampliadora de las posibilidades de Eros. 

                  Pero, yendo más allá de esta idea de Herbert Marcuse de la “sublimación no represiva”, bien estaría decir que tú cuando eres auténtico en tu pureza no tienes nada que ver con el deseo sexual y alcanzas una sublimidad que trasciende toda pulsión carnal, al convertirte en idealización pura del objeto al que vas dirigido. Hay que fijar una estricta separación y aun una contraposición entre la Afrodita Urania, la Afrodita del amor celestial y espiritual exaltada por el divino Platón, y la Afrodita Pandemós (para los romanos Venus vulgivaga o Venus popularis), la del amor de los vulgares e inferiores placeres sensuales. Yo, por supuesto, me dirijo a ti bajo la advocación de la Afrodita Urania. Suscribo plenamente las palabras que en relación con esto escribe el filósofo Otto Weininger en el capítulo de su antaño famoso libro Sexo y carácter dedicado a exponer su teoría del amor: “Existe, pues, el amor “platónico”, aun cuando lo nieguen los profesores de psiquiatría. Podría incluso decir que sólo existe el amor “platónico”. Lo que también se suele llamar amor pertenece al reino de lo inmundo. Únicamente hay un amor: el amor por Beatriz, la adoración de la Madonna. Para el coito está destinada la prostituta babilónica”. Y antes había dicho el mismo filósofo vienés en el mismo capítulo: “Cuando un hombre desea a una mujer y dice que la ama, o miente o no sabe lo que es el amor: así son de diferentes el amor y el impulso sexual”. Y añade Weininger, despiadado pero con más razón que un santo: “He aquí que casi siempre se deba considerar como una hipocresía cuando se habla de amor en el matrimonio”. 

                  Por todo ello y por mi cansancio y mi indignación ante la manera en que las masas vulgares y filisteas mancillan tu nombre y tu idea, Amor, esta carta también quiere ser una carta de desprecio. De desprecio hacia los señores pequeñoburgueses y las señoras peuqeñoburguesas que te confunden con el cariño, de origen último biológico, es decir, animal, que ellos y ellas les toman a sus parientas o parientes y a la prole en el seno del matrimonio o de sus falsas superaciones dadas en sus actuales sucedáneos “de pareja”. De desprecio a los que, por la extensión del uso de la expresión “hacer el amor”, no en su sentido español castizo, sino en su sentido frívolo francés (en español tradicionalmente esta expresión significaba cortejar, manifestar a una mujer un deseo amoroso, no practicar la cópula), te mezclan con la “desublimación represiva”, como diría también Herbert Marcuse, de la promiscuidad y el guarreo que hay en la sociedad actual.

                  Pero hay que dejar claro que lo que yo opongo aquí a la sentimentalidad burguesa funcional matrimonial y a la vez a la promiscuidad sexual (llamada hoy, en el contexto del progresismo banal que nos asola, “poliamor”)  no es el mito romántico del amor-pasión , que no puede desmentir su fundamento último en la fiebre extática del deseo y del placer, sino el amor puramente ideal, el amor que consiste en el entusiasmo interior, puramente subjetivo, sin realización práctico-material, ante una persona que se convierte en referencia sublime de todos nuestros impulsos superiores completamente idealizadores y transfiguradores. El amor romántico, como magistralmente señala Max Scheler en su libro Esencia y forma de la simpatía, es una mezcla de sensualidad y espiritualidad y el amante romántico lo que hace en realidad es condimentar con veleidades intelectuales y culturales su deseo de gozo carnal. (Ni que decir tiene que cuando hablamos aquí de amor romántico no nos referimos a la sensiblería cursi que es tenida por tal amor romántico en el lenguaje del vulgo, sino al amor del romanticismo entendido como movimiento literario, ideológico e incluso filosófico que nace a principios del siglo XIX y que deja sentir su onda expansiva hasta momentos muy posteriores de la sociedad burguesa tradicional). El Amor al que aludimos en esta carta y el Amor que amamos es el Amor completamente sublimado, no equívocamente espiritualizado como el amor-pasión de los románticos. Es el “Amor puro” también en el sentido clásico del Amor que no espera recompensa, que no necesita tener esperanza en su consumación para arder divinamente en su llama pura. Eso eses tú, Amor sublime (“hohe Liebe”, como decían los Minnesinger, los trovadores alemanes de la Edad Media), y eso es el sentimiento profundo, noble e intensificador de la vida que queremos seguir sintiendo, aunque ya falte toda efectividad del deseo carnal y toda capacidad mundana de amar convencionalmente y trivialmente.       

                        

 

jueves, 15 de febrero de 2024

EL MAYO DEL 68 Y NOSOTROS

 Pongo aquí un artículo escrito por mí en noviembre de 1987 en la revista de Daimiel "La venganza de don Pato", al comienzo del curso siguiente a la revuelta estudiantil del Cojo Manteca, en la que participé activamente


En el ya próximo año de 1988 se cumplirá el 20 aniversario de los famosos acontecimientos del Mayo francés del 68. Durante esos 20 años la cultura oficial ha tenido tiempo de convertir esa importante revuelta contracultural de la juventud francesa, que hizo temblar a la burguesía de toda Europa, según palabras de su líder más destacado, el judío alemán Dany Cohn-Bendit (estudiante de sociología en Nanterre), en un “gran acontecimiento histórico”, la ha hecho entrar en la “historia de los grandes movimientos ideológicos y políticos del siglo XX”, en definitiva, ha sabido convertir esa revuelta estudiantil en un mito histórico, robando su recuerdo de esa manera a la conciencia viva y palpitante de los que más podrían aprender de ese recuerdo, los jóvenes de hoy, para provecho de la propia estabilidad del sistema de dominación política, que sigue siendo el mismo contra el que se rebelaron los estudiantes franceses, al mismo tiempo que para provecho de profesores de humanidades, sociólogos, filósofos de andar por casa (o sea, de leer en El País) y otros onanistas mentales y buitres de lo que la cultura oficial sabe robarle a la vida para convertirlo en carroña histórica. Sin duda el año próximo los medios de comunicación de masas, espoleados por el mercado cultural, que últimamente parece haber encontrado muy rentable la moda de la celebración de efemérides de todo tipo, tratarán de consumar este proceso de “momificación historicista del Mayo del 68”.

            No se trata de negar la relevancia de esta fecha dentro de la historia de las ideas políticas (hubo cosas que quedaron muy claras, por ejemplo el carácter burgués, cómplice con el sistema, de la línea reformista y economicista seguida por el partido comunista francés y sus homólogos europeos), ni el enorme impacto que esta fecha tuvo sobre el estilo de vida y de pensamiento de muchos jóvenes, que encontraron gracias a ella su madurez política o simplemente un estímulo vital (uno más de los muchos que ofreció la prodigiosa década) o un modelo de acción contestataria. Desde luego no se puede estar de acuerdo con aquello que decía hace tiempo una persona de talante conservador de que el Mayo francés del 68 fue simplemente una algarada organizada por los gamberros bohemios del barrio latino parisiense. Por aquel entonces, hasta los chicos del PSOE, convertidos hoy a todo lo que está en las Antípodas del espíritu del 68, el pragmatismo más cínico, el dirigismo más manipulador (como el propio don Pato ha tenido ocasión de experimentar en su propia carne), el tecnocratismo “modernizador” más típicamente tardocapitalista, la desideologización, etc., creían por aquella época en la necesidad revolucionaria de asaltar el Palacio de Invierno, metáfora desde la traicionada y “fracasada” revolución bolchevique de 1917 de los órganos supremos del poder clasista del Estado burgués.

            Aquel momento fue un gran momento para toda la izquierda con vocación sinceramente transformadora de la realidad social, pero la nostalgia no es un sentimiento revolucionario, y menos todavía el culto historicista de los grandes acontecimientos. Conviene recordar lo que Nietzsche advirtió en su segunda consideración intempestiva de 1874 “Sobre la ventaja y desventaja de la historia para la vida”: “cuando el programa vital, el programa de futuro de la vida decaen, el amontonamiento del saber histórico se convierte en un lastre, más aun en un peligro para la vida” (Eugen Fink, La filosofía de Nietzsche, pg. 44). Sencillamente el poder, convirtiendo el Mayo del 68, a través de sus mecanismos de control cultural (Universidad, medios de comunicación, intelectuales pseudocríticos, etc.), en un “gran acontecimiento histórico, trataría de evitar que algo parecido a ese ”gran acontecimiento histórico” pudiera volver a ocurrir. Cuando un acontecimiento histórico se repite, su segunda aparición se convierte en una caricatura de la primera, dijo Marx. El miedo a realizar una caricatura de Mayo del 68 puede convertirse en un lastre para un proyecto de izquierdas pero de verdad, es decir revolucionario. La única manera de evitar esto es rechazar la mitificación historicista de Mayo del 68, y ver en esta fecha simplemente un episodio de la ya larga lucha contra el dominio capitalista de la clase burguesa, que sin duda para seguir adelante con éxito debe cultivar lo que Nietzsche en la obra antes citada llama una “historia crítica”, es decir, debe mirar al pasado para aprender de cara a la acción de futuro, para perfeccionar su fuerza actual (y de aquí la ventaja de la historia para la vida), pero si recurre al pasado para llorar su pérdida y para mitificarlo dará una muestra de debilidad y su “programa vital” se resentirá de ello.

            Por otra parte, tal como están las cosas, también parece equivocada otro tipo de lectura del Mayo francés defendida por el mismo Dany Cohn-Bendit hace poco en una entrevista televisiva (2ª cadena y a una hora de escasa audiencia: típico ejemplo de lo que Marcuse llamó, precisamente allá por el 68, “tolerancia represiva”). Según esta lectura del Mayo del 68, este movimiento, si no consiguió la conquista del poder, objetivo de todo movimiento revolucionario que se precie, sí por lo menos habría conseguido producir un cambio en las pautas culturales de comportamientos de los jóvenes.

            Sin embargo, hoy más bien parece, o nos parece a nosotros, que las cosas son muy distintas: la imaginación no solo no está en el poder, sino que también parece estar en vías extinción dentro de nuestras cabezas, pues como es bien sabido hoy ya no nos dejamos “comer el coco” por rollos “raros” (léase lo que nuestro ilustre paisano Pepe Sanroma dice al comienzo de su valiente y recomendable opúsculo Persistir en la lucha por la revolución de los pueblos de 1980 sobre el uso “ideológico”, en el sentido marxista del término “ideológico”, es decir, sobre el uso interesada y maliciosamente “comecocos” que el dispositivo de control cultural del poder hace de esta expresión de la jerga juvenil, “comer el coco”).

Además, poco espacio parece quedar hoy para la imaginación en nuestras cabezas, definitivamente conquistadas por la “razón instrumental”, casi omnipotente hoy en su apoteosis informática…

            Por otra parte, actualmente sigue siendo tan necesario como en el 68 un movimiento que sea al mismo tiempo anticapitalista y anticomunista (por emplear para entendernos el término anticomunismo como sinónimo de antisovietismo, cosa que no es ni mucho menos correcta), o como dijo Cohn-Bendit, anticomunista por ser anticapitalista, que es lo mismo que decir un movimiento contrario al capitalismo en sus dos versiones actuales, la versión imperialista de tendencia monopolista “made in U.S.A.” y la versión burocrática y estatalista de la U.R.S.S. (ojalá sea inoportuno decir esto al comienzo de la era Gorbachov). Sin embargo, a pesar de todo ello lo que hoy predomina es la posmodernidad, esa gilipollez, y sus debilidades reaccionarias: el “pensamiento débil”, que es una invitación a la frivolidad tanto práctica como intelectual o el hedonismo  también débil, y trivial, que sabe convivir en las mismas personas con “ideologías” de contenido ascético también sabiamente debilitadas por sus representantes terrenales, cuando no degeneran en fenómenos que si bien son también débiles en sus contenidos ideológicos ( sin comillas esta vez) no lo son tanto en su fuerza “desconcienciadora “, cuando no “descorporalizadora”, fenómenos tales como el de las “drogas” ( música popo, televisión, alcoholismo, heroína, etc.)  o como el también gilipollesco fenómeno de las tribus urbanas (heavies, punkies, pijos, horteras -la gran mayoría-, yuppies, etc.).

            Tal vez ante semejante panorama, a los que más allá de modas culturales, y desde luego más allá de “fiebres de juventud” seguimos rechazando el poder de la burguesía, con sus obsoletos, hipócritas y mistificadores valores ético-morales; su “cultura de consumo”, cada vez más inaguantable en su vulgaridad y en su idiotismo; su interesada, “ideológica”, sacralización del trabajo “alienado” al que nos condena ( cuando no es al paro a lo que os condena); su concepción productivista y lucrativa de la economía   (a costa de la clase trabajadora y del Tercer Mundo, por supuesto) etc., no nos quede más remedio que recurrir a la nostalgia…, que aunque no es un sentimiento revolucionario, como sentimiento romántico que es (por favor, entiéndase el término romántico en su sentido serio, viril y profundo, y no en su sentido sensiblero, vulgar y femenino) tal vez sea ingrediente necesario de ese “escapismo bueno” ( contrario al malo de las “drogas”) al que tal vez estemos condenados aquellos a los que nos gustaría seguir viendo ese hilo rojo de la historia  (siempre viva y hacia delante) del que habló Ernst Bloch, filósofo de la  esperanza utópica…

 

 

                                                          EL PSICOPATO DE LA COLINA, Noviembre de 1987          

              

        

    

sábado, 20 de enero de 2024

PLACER PERDIDO



Dulce cuerpo entristecido,

en ti busco sin templanza

las señales de tu olvido,

la carne y la sangre huidizas,

el grave placer perdido.

Desespero en tu silencio,

sufro el dolor sin sentido

de tu alma despiadada,

quiero el don enfurecido

de tu amor siniestro y loco, 

pero oscuro y maldecido 

encuentro la soledad 

de un clamor desvanecido. 


Juan Gregorio Álvarez Calderón

miércoles, 25 de octubre de 2023

PSIQUIATRÍA



Materia y naturaleza contra el alma conjuradas,

clasificación de las derivas extrañas del espíritu,

química del interior negado,

química de la noche de la mente ebria.

Ciencia y medicina de muerte,

doloroso misticismo a tecnocracia reducido,

control del grito y del delirio,

aniquilación de sentidos supremos,

burocracia de sagrados dones.

Blasfemias de felicidad y calidad de vida,

normalización de subjetividad sublime,

método filisteo de la clínica y la nosografía,

destrucción de los sufrimientos divinos.

Cerebros y nervios en victoria horrorosa

sobre el puro sentir de lo supremo. 

Curas las heridas resplandecientes 

de los raptos absurdos que iluminan.

Eres la vocación de la filantropía fatal

para la voluntad heroica del ánimo 

destruido en plenitud radiante. 

sábado, 16 de septiembre de 2023

HEINRICH VON STEIN, FILÓSOFO WAGNERIANO Y PRECEPTOR DE SIEGFRIED WAGNER

HEINRICH VON STEIN, FILÓSOFO WAGNERIANO Y PRECEPTOR DE SIEGFRIED WAGNER

 

 

“Stein ist unser Stolz.”[1]

(Stein es nuestro orgullo.)

 

             Richard Wagner

 

 

 

“Ich habe ihn wirklich geliebt.”[2]

(Yo le he amado realmente.)

 

                 Friedrich Nietzsche

 

 

 

 

 

          

                                                      I[3]

 

 

Karl Heinrich Freiherr von Stein zu Nord- und Ostheim nació el 12 de febrero de 1857 en Coburgo. Procedía de una familia de la nobleza de Franconia con árbol genealógico rastreable hasta 1273.

            

Con 17 años se trasladó Stein a la Universidad de Heidelberg para estudiar Teología. Entre los profesores cuyas lecciones allí escuchó cabe destacar a Kuno Fischer, famoso historiador de la filosofía clásica alemana, con quien mantuvo un contacto personal y que le causó una fuerte impresión. Pero ya en Heidelberg se convirtió Schopenhauer en su filósofo favorito. 

            

Posteriormente se trasladó a la Universidad de Halle. Allí los teólogos protestantes liberales le desilusionaron profundamente, y tras una intensa lucha interna, de la que dan prueba sus diarios, renunció al estudio de la Teología y desde la Pascua de 1875 estudió Filosofía y Ciencias Naturales (concretamente, perteneció a la facultad de Matemática y Física) durante dos años en Berlín. Allí tuvo como profesores, entre otros, a Du Bois-Reymond (destacado positivista autor de la famosa frase “Ignoramos e ignoraremos”, referida a las preguntas metafísicas últimas) y a Helmholtz (importante físico que también hizo influyentes aportaciones a la filosofía desde su saber científico).  Pero el profesor que iba a convertirse en la influencia decisiva sobre Stein fue, sin duda, Eugen Dühring (del que más abajo hablaremos), que tenía una filosofía propia a la que él mismo llamaba “filosofía de la realidad” (Wirklichkeitphilosophie), situada, podríamos decir, en los límites del positivismo y del socialismo. 

                        En junio de 1887 aprobó Stein su examen de doctorado con un trabajo titulado “Sobre la percepción”. Y al año siguiente apareció su primer libro, titulado significativamente El ideal del materialismo, que fue calificado por el mismo Stein como “filosofía lírica”. Se trata de una colección de especulaciones, anécdotas, cuentos, pequeñas novelas, poemas y teorías políticas y sociales. Stein, además de dedicarse académicamente a la filosofía, también ejerció como poeta. 

            En Roma conoció Stein a Malwida von Meysenbug, amiga tanto de Wagner como de Nietzsche, y ella lo llevó hasta el Maestro. Stein llegó a Villa Wahnfried en el otoño de 1879, justo después del verano en el que Wagner había comenzado el trabajo definitivo en la partitura de “Parsifal”. Y lo hizo para tomar posesión de su puesto como preceptor de Siegfried Wagner, puesto para el que le había recomendado a los Wagner la propia Malwida Von Meysenbug, protofeminista hoy sin embargo bastante olvidada, autora de las Memorias de una idealista.

            

A pesar del furibundo antisemitismo de Dühring[4], Wagner sentía una viva animadversión hacia este profesor de economía política, y parecer ser que, según nos informa Martin Gregor-Dellin, se burló de la inclinación de Stein hacia la sociología anticristiana de Dühring[5]. Pero a pesar de ello, Wagner pronto se sintió seducido por el inteligente joven y reconoció, como muestra la primera de las citas con las que encabezamos este artículo, que Stein era unode los espíritus más prometedores, a parte de ser también de los más independientes, de todo el círculo de Bayreuth.

 

Con motivo de la llegada de Stein a Bayreuth, lo describe Cosima en sus diarios como un “hombre joven, rubio, vistoso”, y añade esta señora con su viscoso punto de vista sobre esta cuestión de la apariencia física “racial”: “un completo alemán”. Pero a continuación dice Cosima: “lo único que nos contraría en nuestro nuevo amigo es encontrar en él a un ‘duhringiano’, un enemigo, pues, de la Cristiandad”. “Pero todo se presenta en él”, concluye la mujer de Wagner, “modesto y también noble”.[6]

 

            En una anterior entrada de su diario, del 1 de octubre de 1879, se había preguntado Cosima, siguiendo una vez más su particular obsesión racial: “Conversación sobre la visita de Heinrich von Stein, ¿será posible para nosotros educar al niño [Siegfried] según nuestro pensamiento, conducirlo realmente como un piadoso cristiano, por lo tanto como un no-judío [unjüdisch], a la Comunión?”[7]

 

            Puede resultar sorprendente que teniendo los Wagner estas intenciones que expresa Cosima sobre su hijo recurrieran para su educación al discípulo de un conocido pensador antirreligioso como Dühring. Permítasenos en este punto aventurar la hipótesis de que Wagner en la última fase de su trayectoria vital y creadora albergaba intensas contradicciones internas sobre la religión cristiana[8], contradicciones que él supo sublimar de manera excelsa con el sagrado arte de “Parsifal” como sustituto de la religión convencional cosificada en creencia literal y conformismo dogmático y ritual, tal y como se plantea en un famoso pasaje del ensayo del propio Wagner Religión y arte[9].              

            

Parece ser que a pesar de la bella apariencia y de las ventajas de su personalidad, a Stein se le podía poner la pega de ser “al principio algo parado y de envarada reserva”[10]. Malwida von Meysenbug, a pesar de haber sido quien lo recomendó a los Wagner para el puesto de preceptor de Siegfried, veía en él “un ser algo reservado, retraído, poco expresivo”[11]. Pero ello no fue obstáculo para que la relación con su discípulo Siegfried y con el mismo Wagner y los amigos de Villa Wahnfried se desarrollara de la manera más satisfactoria. Su actitud se fue abriendo y aquí se desarrollaron sus más decisivos y esenciales impulsos. Para Stein el tiempo pasado con los Wagner fue la época más feliz de su vida.

 

            Stein permaneció un año como huésped de los Wagner, los meses de otoño de 1879 en Bayreuth y la primera mitad del año 1880 en Nápoles. Pero su padre (barón y teniente coronel), contrariado porque su singular hijo fuera huésped y preceptor en casa de un polémico músico, exigió el regreso de Stein a Halle para su habilitación como docente, y Stein con dolor de su corazón obedeció esta exigencia de su padre. En la Pascua de 1881 se habilitó para la docencia en la Universidad de Halle con un tratado titulado “Sobre la significación del elemento poético en la filosofía de Giordano Bruno”. Tras ello enseñó en la universidad dando lecciones sobre Schopenhauer y, como primer docente de Alemania en hacerlo, sobre la cosmovisión de Wagner, además de ocuparse también de Rousseau[12]y, en general, sobre las relaciones entre filosofía y arte. En relación con Wagner, se ocupó en concreto de sus escritos de teoría artística, en especial de Ópera y drama.

            

Por esta época se convirtió Stein también en colaborador de las “Hojas de Bayreuth”. Nos dice Günter Ralf que sus trabajos para este órgano, sobre Lutero, Jean Paul, Goethe y Schopenhauer, pertenecen, a pesar de estar inicialmente lastrados por el estilo de la prosa bayreuthiana, a las mejores aportaciones de la revista.

 

En julio-agosto de 1882 Stein fue a Bayreuth al estreno de “Parsifal” y vivió en la misma casa con el pintor Paul Joukowsky, Malwida von Meysenbug y Lou Salomé[13], la amiga de Nietzsche que tanto le hizo sufrir a éste.

 

Desde la Universidad de Halle se traslada Stein a la de Berlín, donde, como discípulo de Dühring y amigo de Wagner, tuvo que luchar contra una fuerte resistencia. Su primer trabajo para la habilitación para la docencia, sobre filosofía del lenguaje, fue rechazado y tuvo que presentar otro, un tratado histórico con contenido puramente académico sobre Descartes y Boileau, con el que, contando con el apoyo de Dilthey (el famoso representante del vitalismo historicista), consiguió la habilitación en 1884. El mismo Dilthey consiguió que se creara una cátedra de Estética para Stein, en la misma Universidad de Berlín, para la que fue finalmente nombrado en 1887. 

 

Ya como profesor en Berlín, quiso Stein dar lecciones sobre Wagner, lo cual le fue desaconsejado por la superioridad: si seguía con su proyecto lectivo, podía despedirse de su carrera académica. No obstante, Stein siguió adelante y llegó a impartir lecciones que abarcaban hasta “El holandés errante”, cuando la muerte le sorprendió a los treinta años de un ataque al corazón. 

 

            Pero antes de este fatídico momento, Stein había publicado primero una colección de cuadros dramáticos bajo el título Héroes y mundo. Este libro apareció con una introducción de Wagner en 1883, que fue precisamente el penúltimo trabajo literario del Maestro. En el mismo año de 1883, Stein publicó junto con C. Fr. Glassenap un Wagner-Lexikon, una selección de textos del mago de Bayreuth ordenados temáticamente. Este trabajo fue emprendido por petición de Cosima Wagner. 

            

En Berlín también publicó Stein su principal obra científica El origende la estética moderna (1886). Allí igualmente tuvo su primer éxito docente con sus lecciones sobre “la estética de los clásicos alemanes.”

 

            Pero, como hemos dicho, esta brillante carrera académica se vio truncada por su repentina muerte en 1887, a los treinta años de edad. Fue enterrado en el mismo Berlín en el cementerio de los inválidos (Invalidenfriedhof), donde reposan gran cantidad de ilustres prusianos. En su lápida aparece el epitafio por él elegido: “Bienaventurados los puros de corazón”. 

 

 

 

 

                                                           II

 

Heinrich von Stein llegó a defender una filosofía en la que la estética se convierte en órgano de la “concepción del mundo”, pues según esta filosofía el mundo tiene un sentido que solamente la creación estética puede penetrar. Se da, según Stein, una intuición estética que permite conocer tanto la obra de arte como el principio divino de la Naturaleza. A partir de aquí, Stein desarrolló una “teoría del conocimiento” según la cual el conocimiento en sentido estricto constituye solo un primer paso hacia la comprensión del “sentido”, para llegar al cual es necesaria una “endopatía”, que puede cultivarse y reforzarse.[14]En este sentido, Stein puede ser puesto en la nómina de la larga y rica tradición germánica de la comprensión intuitiva como forma de conocimiento opuesta a la del conocimiento analítico y explicativo, tradición germánica cuyo principal representante en la misma época de Stein sería Dilthey.

 

            Stein llevó estas ideas a la defensa del wagnerismo y de lo que consideraba como la filosofía del wagnerismo, basándose para ello en la totalidad de sus estudios de filosofía natural y teología.

            

            Stein también llegó a mantener una filosofía espiritualista, pues arte y naturaleza son para él creaciones espirituales que, aunque diferentes (el acto divino del que procede la Naturaleza tiene un carácter absolutamente creador, mientras que en el arte hay un acto a la vez creador y plasmador), pueden ser ambas penetradas por la intuición estética, y el examen del arte constituye un camino para aprehender el sentido de la creación espiritual radical[15]. Pero los orígenes filosóficos académicos de Stein no están precisamente en el espiritualismo, pues fue discípulo destacado en la Universidad de Berlín, como ya hemos dicho, nada menos que de Eugen Dühring, defensor de un cientificismo antimetafísico y antirreligioso que, por otra parte y como se recordará, fue declarado “non-sancto” por Engels en su famoso libro Anti-Dühring o la transformación de la ciencia por E. Dühring (1878).

 

            Pero conviene hacer algunas puntualizaciones sobre el pensamiento de Dühring para poder calibrar justamente su influencia sobre Stein. Es fácil y común presentar a Dühring como “positivista”, “materialista” y “socialista”. Pero esto hay que matizarlo.  En cuanto al positivismo, Ferrater Mora en su impagable Diccionario de Filosofía nos dice que es cierto que su oposición a la metafísica acercaba a Dühring al positivismo, pero al concebir la filosofía como una concepción del mundo (no como una simple clarificación, organización sistemática y fundamentación epistemológica de la ciencia, como es habitual en todo positivismo) negaba en la práctica todo positivismo. En lo referente al materialismo, Dühring no lo habría sostenido propiamente, pues rechazó la idea de que los procesos mentales puedan reducirse a procesos puramente materiales; no obstante, para Dühring los procesos metales tienen lugar cuando la conciencia se encuentra con un mundo y es compelida a conocerlo o transformarlo. Para Dühring el materialismo representa un pesimismo que él rechazaba, pero rechazaba aun con más fuerza la religión, a la que consideraba un conjunto de supersticiones que había que destruir prioritariamente. El socialismo de Dühring era indudablemente antimarxista, como quedó claro con el famoso libro de Engels antes citado. Dühring entendía su socialismo[16]como un “socialismo libre”, según el modelo del socialista utópico Fourier. En este punto las ideas de Dühring están también próximas al “culto a la humanidad” de Feuerbach y Comte[17]

            

            Puede ser encontrada en Dühring una idea que seguramente atrajo sobre todo al joven Heinrich von Stein: en un contexto filosófico muy distinto a de Nietzsche, habla Dühring de una “concepción heroica de la vida”, que él entiende como una decidida afirmación de la vida que es el germen de toda vida feliz, que Dühring piensa que el hombre puede y debe alcanzar en este mundo.

 

            Precisamente, Günter Ralfs en la introducción a su citada antología de textos de Stein[18], nos dice que, en Dühring, Stein apreció sobre todo la actitud heroica ante la dureza de su destino (Dühring era invidente). Vio en Dühring menos sus límites racionalistas que el impulso reformador, apreció en él sobre todo al luchador. No obstante, nos dice también Günter Ralfs que el joven Stein pudo encontrar en Dühring algo que hasta entonces le había faltado: una estrictamente científica educación conceptual. 

 

            Si tomamos como punto de referencia el trabajo con el que Stein aprobó su examen de doctorado en 1877, cuando se encontraba bajo la plena influencia de Dühring, puede parecer a primera vista que aquí nuestro joven filósofo se muestra como un puro positivista, que mantiene una posición contra Kant basada en conceptos de Dühring y Heimholtz. Pero si profundizamos en este trabajo, se ve clara la revelación de una viva tensión del espíritu de Stein: él busca conferir a la realidad un elevado valor a través de una natural elevación de la conciencia sobre las cosas. Se trata de ver en el más elemental acto de la percepción la tensión entre sujeto y objeto, como una conversación entre la conciencia y el mundo.  

            

            En cuanto al libro El ideal del materialismo. Una filosofía lírica, publicado, bajo el seudónimo de Armand Pensier, solo un año después de la obtención del doctorado, en 1878, el biógrafo de Nietzsche Curt Paul Janz nos dice que en este libro se puede descubrir ya que a Heinrich von Stein no le satisface el materialismo, que no le puede proporcionar las ansiadas respuestas que andaba buscando. El mismo Curt Paul Janz observa que Stein, a través de sus años de aprendizaje académico, fue haciendo tentativas en diferentes campos temáticos que no llegaron a satisfacerle: “teología, dogmática, sistemática filosófica, racionalidad de las ciencias naturales”, en nada de ello encontraba las respuestas buscadas. Hasta que finalmente encontró en el arte el medio que le proporcionó las intuiciones que él deseaba[19]. Y en este descubrimiento la personalidad rectora de Richard Wagner fue crucial. 

 

            Si por una vez, y refiriéndonos exclusivamente a esta cuestión de la evolución intelectual de Heinrich von Stein, hacemos caso del, por otra parte, poco recomendable (por sus conocidas ideas racistas) Houston Stewart Chamberlain[20], de origen inglés y yerno de Wagner, el gran y benéfico efecto que éste ejerció sobre Stein no se debió a que nuestro joven filósofo hubiera encontrado la oportunidad de conocer la obra del Maestro, sino directamente al contacto inmediato, que pudo mantener durante su año de estancia junto a los Wagner, con la genialidad personal del Maestro. En éste todo sería intuición, “su inteligencia era completamente visión”, no había en él ni abstracción ni cálculo[21]. Esta naturaleza ocular (prejudicativa, podríamos decir) e intuitiva de la genialidad, evidenciada en persona, habría cambiado radicalmente la concepción del conocimiento que Stein tenía y de ella habría surgido su “teoría del conocimiento” estética y ya totalmente elevada sobre cualquier forma de positivismo. 

            

            En este punto debemos también hacer la advertencia de que Stein nunca tuvo una actitud de animadversión hacia la religión, entendida ésta en un sentido “espiritual” amplio y no confesional. Él fue siempre un espíritu religioso, si bien el desengaño que le causó la teología establecida en su tiempo, cuando estudiaba en Heidelberg en la facultad de esa especialidad, le hizo distanciarse de la ortodoxia protestante. Si volvemos a recurrir a Houston Stewart Chamberlain, podemos aceptar que Stein fue un espíritu imbuido de un impulso protestante originario, entendido éste como un impulso, que más allá de todo dogmatismo y de toda confesionalidad conformista, busca defender al individuo frente a toda “cosificación” de la vida religiosa que se deriva de cualquier “despotismo eclesial”. Para el citado Houston Stewart Chamberlain, este sentido originario de la idea de Reforma habría tenido su continuación desde mediados del siglo XVIII en el movimiento espiritual de los grandes poetas y pensadores alemanes (“Wieland y Herder, Goethe y Schiller, Kant y Schopenhauer), movimiento destinado a remodelar el “pensar y el sentir” religioso

y en cuya estela se habrían situado tanto Stein como el propio Wagner[22]

            

            En 1875, época en la que se estaba produciendo la crisis que llevaría a Stein a abandonar la Facultad de Teología para desplazarse a los estudios de filosofía y ciencias naturales, declaró nuestro joven filósofo a uno de sus profesores: ”Lo que en mí permanece y conforma el más interior fundamento de mi corazón es el amor a los asuntos religiosos, el anhelo de una correcta fe”[23]

            

            Esta religiosidad “espiritual” y “protestante” de Stein acabó aflorando en su pensamiento bajo la forma de lo que podemos llamar una religión estética o del arte. Éste, estando plasmado de una manera sensible inmediata, le abre sin embargo al ser humano una realidad suprasensible: “Sensible-suprasensible. Tal es la esencia de lo bello”. Y en esta idea de la fuerza del conocimiento y del sentir que irrumpe en el arte adquiere una importante valoración positiva para Stein la interioridad humana, idea muy alejada de todo positivismo y también hoy de todo el pensamiento posmoderno de observancia heideggeriana o también wittgensteiniana: “Lo únicamente importante y lleno de valor en todo el mundo es la autenticidad del interior humano”[24]. Y como colofón también enteramente antipositivista y antimaterialista aparece en el pensamiento de Stein la idea de que esta fuerza del arte se hace consciente por medio del ser humano cuando le hace a éste elevarse por encima de su naturaleza.

 

            Tenemos así que la filosofía de Heinrich von Stein termina constituyéndose como una cosmovisión estética, espiritualista, trascendente, personalista, heroica y religiosa en el mencionado sentido “libre”. Cabría preguntarse qué papel puede jugar en toda esta cosmovisión de Stein la influencia de la filosofía de Schopenhauer, que si bien no era materialista, tampoco era espiritualista (más bien podría calificarse su filosofía como un naturalismo metafísico[25]). Este filósofo en una famosa frase (dirigida en primer lugar contra los filósofos del idealismo clásico alemán que él tanto criticó: Fichte, Schelling y Hegel) solía decir: “El espíritu, ¿quién es ese mancebo?”. La respuesta a la pregunta por la influencia de Schopenhauer en Stein está en que la principal idea que éste tomó de Schopenhauer es la correspondiente a la existencia de una intuición estética que, superando la dependencia de la razón con respecto a la voluntad de vivir que impulsa a la autoconservación, va más allá del conocer intelectual y permite la plena objetividad desinteresada en la aprehensión de lo individual. Es aquí y no en el pesimismo naturalista metafísico de Schopenhauer donde está su influencia sobre Stein. 

            

            En Heinrich von Stein, la intuición estética también descubre el impulso (Drang) como lo que subyace en el fondo metafísico de las cosas. Pero a diferencia de Schopenhauer, este impulso no se agota en un eterno sucederse circular de los deseos y la saciedad en su satisfacción, que no lleva a la liberación, sino al tedio, o en un alternarse sin fin de la exasperación del deseo y su negación en los pocos hombres ascetas o compasivos que puedan surgir excepcionalmente, sino que el impulso tiene un sentido ascendente, conduce de los estados inferiores del Ser a los superiores. Cuando se llega al hombre, éste tiene la capacidad de limitar el impulso y convertirse en el dueño de su fuerza. No aniquilando el deseo (como sería la enseñanza de Schopenhauer), sino limitándolo y encauzándolo el hombre puede encontrar una vía de mejoramiento moral. Aquí reside el idealismo práctico-ético de Stein.  La formación de la personalidad y del carácter adquieren aquí, como en los clásicos alemanes, especialmente en Goethe, un papel fundamental.

 

            Pero la personalidad no es la última expresión de la esencia del mundo. Stein habla de lo suprapersonal en el sentimiento de comunidad que crea el artista, pero sobre todo hay en él, especialmente en sus últimos escritos, una doctrina de lo santo, entendido como la capacidad incondicionada de superar el mundo, lo cual, no lo olvidemos, se capta siempre por el poder estético de aprehensión intuitiva de las figuras individuales que han tenido esa capacidad. Por eso Stein expresa esta idea principalmente en los cuadros dramáticos dedicados a personajes históricos, destacados por su victoria sobre el sufrimiento y la oposición del mundo, que forman su libro Héroes y mundo.Dice Stein: “El arte como mensajero de las grandes almas representa lo humano según su más alto sentido”[26].

 

            Y además, si el hombre puede perfeccionarse moralmente llegando a su espiritualización que es divinización, es porque en el impulso que subyace metafísicamente a las cosas está actuando ya un sentido espiritual ascendente emparentado con el espíritu humano que lucha por su divinización: “El hombre es el alma de las cosas”[27]. Igualmente: “Una muy bella mirada nos lleva al convencimiento de que una esencia amigable para nosotros de manera inexpresable domina en las cosas”[28]. Incluso Stein llega a decir en unos versos: “Aliento suave, igual al presentimiento/permanece en todas las lejanía Dios/esperando que el hombre le despierte”[29]

            

            Estamos ya muy lejos del impulso metafísico como voluntad de vivir irracional, sin sentido, sin finalidad, sin progresión ascendente, que es, como sabemos, lo que hay en Schopenhauer. Podemos decir que en Stein, de manera no especulativa, sino poética, aforística e intuitiva, llegamos por el idealismo ético a un idealismo que adquiere las tonalidades de un idealismo metafísico teórico. Y todo desemboca en Dios como meta: el ascenso a lo más alto, al infinito, a lo omniabarcante trae la liberación de la existencia individual. Pero no es la meta descansar en Dios, sino vivir en Dios. Este siempre renovado anhelo es prueba de que tenemos parte en lo eterno.

 

            Frente a la negación de la vida schopenhaueriana, hay aquí una afirmación de la vida, pero también muy diferente a la de Nietzsche: se trata de una afirmación de la vida idealista y espiritualista, donde se unen cosmovisión y religión en una suprema dación de sentido a la vida vista a través del arte y su poder de intuición.      

            

            Así, la filosofía a la que llega Stein termina en la apertura de la posibilidad de la redención positiva (no en un mero cesar del sufrimiento, como en Schopenhauer), en la posibilidad de la espiritualización como divinización del hombre, y también, en un aspecto ético más mundano, en la posibilidad de la regeneración. Esto último nos pone en contacto otra vez con la figura de Wagner, con uno de los aspectos más problemáticos de su legado ideológico, frente al cual parece más inofensiva políticamente (aunque también más terrible metafísicamente) la idea de redención como hundimiento en la suprema inconsciencia (idea de la redención que por otra parte Wagner también expresó estéticamente de manera excelsa en “Tristán e Isolda”).

 

            Incluso, Stein veía la posibilidad de llegar a una solución del problema social[30]de su época. Stein está de acuerdo con Wagner en ver en el arte el poder principal que puede traer una situación mejor para la sociedad humana. La más alta forma de la comunidad humana se da por mediación del arte. Pero la cosmovisión de Stein no es una filosofía de señores, sino que la comunidad correctamente entendida debe llevar  a la renovación y el ennoblecimiento de toda la cultura humana, sin olvidar con ello la necesidad en la que se encuentra el pueblo. Hay en Stein, como en el mismo Wagner, una doctrina del ennoblecimiento y de la regeneración (palabra que usa el mismo Stein, como hemos visto en el título del poema arriba citado), pero que, como al menos el Wagner del exilio postrevolucionario, no se concibe al margen del mejoramiento social del pueblo.                          

 

 

 

                                                           III[31]

 

Stein protagonizó un episodio en la vida de Nietzsche, tras la muerte de Wagner, que muchas veces no sale a relucir cuando se incursiona, tan a menudo, en el recurrente tema de la amistad y posterior ruptura entre ambos colosos de la cultura alemana. 

 

            Entre el 26 y el 28 de agosto de 1884, Stein visitó a Nietzsche en Sils Maria, en la Alta Engandina suiza, mientras el autor de “Así habló Zaratustra” pasaba allí una de sus frecuentas temporadas en busca de reposo e inspiración. El encuentro entre ambos filósofos les produjo una recíproca impresión de admiración y de altamente positivo reconocimiento. En Stein la visita produjo además un vivo sentimiento de apasionada comprensión e incluso de compasión por el solitario Nietzsche, dolorido y cercado por diversos padecimientos físicos o psico-físicos como el insomnio y los dolores de cabeza. Nietzsche, por su parte, parece que vio en Stein abrirse la posibilidad de tener un discípulo o un alma gemela que aliviara su creciente sentimiento de aislamiento. Dijo Nietzsche en carta a su amigo Overbeck: “La experiencia del verano fue la visita del barón von Stein.(…) Es un magnífico ejemplar de hombre y de persona, y que a mí, a causa de su tono heroico de base, me ha resultado del todo comprensible y simpático. (…). ¿En verdad que está todavía ‘tres wagnetisé’ por el momento, pero también muy predispuesto hacia mí, a causa de la educación racional que ha recibido del lado de Dühring! ¡A su lado sentí continuamente, y del modo más fuerte, cuál es la tarea práctica que me corresponde en la vida, con solo que cuente primero con jóvenes suficientes de un tipo muy determinado!”[32]. Stein a su vez, le decía a Malwida von Meysenbug: “Mi encuentro con Nietzsche queda como un bello acontecimiento, y no falto de significación para mí, ojalá que para ambos. Él desea discípulos  -personas que comprendan una gran idea, todavía no revelada”[33]

 

            Precisamente también en carta a Overbeck cuenta Nietzsche algo que es interesante en relación con la actitud que por esta época se seguía manteniendo hacia él en Villa Wahnfried. Parece ser que Heinrich von Stein, que seguía perteneciendo al círculo más íntimo de la familia Wagner, le había comentado a Nietzsche que Daniela von Bülow, la segunda de las hijas de Cosima y Hans von Bülow, había roto su noviazgo y como consuelo leía la obra de Nietzsche “Schopenhauer como educador”, una de las Consideraciones intempestivas.Hay que tener en cuenta que Nietzsche todavía no había lanzado su artillería pesada contra Wagner, todavía no había escrito El caso Wagner, y que las Consideraciones intempestivassiempre fueron apreciadas en Bayreuth, aun después del alejamiento de Nietzsche, pues Cosima, después de la muerte de Wagner, se preocupaba por conservar en la memoria de la familia el Nietzsche anterior a Humano, demasiado humanocomo el “auténtico” Nietzsche.

 

            Se ha llegado a interpretar la visita de Stein a Nietzsche en Sils Maria como una maniobra de los “bayreuthianos” para “rescatar” a Nietzsche y volver a llevarlo al redil del wagnerismo. El mismo Nietzsche alimentó esta interpretación ilustrando esta visita, en su correspondencia con el propio Stein, con una analogía mitológica (a las que tan aficionado era, recuérdese su recurso al mito de Ariadna y Dionisos para interpretar su relación psicológicamente triangular con Richard y Cosima). Concretamente, Nietzsche recurrió para esta analogía mitológica ala figura de Filoctetes, un guerrero griego del ciclo legendario troyano y en el que Sófocles basó una de sus últimas obras dramáticas. Este guerrero aqueo había sido abandonado en la isla desierta de Lemos a causa de que había sido mordido por una serpiente que le había producido una repugnante y pestilente herida. Pero como Filoctetes estaba en poder del arco y las flechas de Hércules, sin las cuales un oráculo había anunciado que nunca se tomaría Troya, el astuto Ulises y Neptolemo, hijo de Aquiles, acuden a la citada isla desierta de Lemos para tratar de convencer a Filoctetes de que vuelva con ellos o, en su caso, para robarle las armas de Hércules. Ulises trata de hacer esto último con sus tretas, pero Neptolemo apiadado del doliente Filoctetes se lo advierte, con lo que el guerrero herido se niega a cualquier transacción con sus antiguos compañeros de armas. Hasta que al final de la obra de Sófocles aparece como “deus ex machina” Hércules, que le impele a Filoctetes a aceptar su destino y reconciliarse con sus compañeros aqueos. 

            

            En la analogía mitológica de Nietzsche, él sería Filoctetes y Stein sería Neptolemo, que había sido enviado por los “bayreuthianos” para propiciar la vuelta de Nietzsche-Filoctetes a las filas wagnerianas. Pero Stein se había apiadado del héroe-filósoof, como Neptolemo lo había hecho del héroe-guerrero, y había renunciado a presionar para su vuelta con los antiguos amigos. Además, la analogía de Nietzsche presenta un aspecto más inmodesto: él sería el depositario de la verdadera herencia de Wagner (las armas de Hércules) sin la cual no podía tener éxito la continuación bayreuthiana de su empresa artística.

 

            Curt Paul Janz atribuye la admiración recíproca que Stein y Nietzsche sintieron en Sils Maria a la existencia de ciertos puntos biográficos e intelectuales de afinidad entre ellos: ambos había perdido pronto a uno de sus progenitores (la madre en el caso de Stein y el padre en el caso de Nietzsche); ambos se habían alejado decepcionados de la dogmática cristiana; ambos se sentían interesados en las ciencias naturales (aunque Nietzsche lo había hecho por libre, mediante lecturas que siempre le acompañaron); ambos estaban influenciados por Schopenhauer y también por Darwin; para ambos el arte era un tema central de la filosofía y no meramente una distracción de la vida; ambos habían llegado a la docencia universitaria inusualmente jóvenes y ambos estaban iniciados en el “misterio” Wagner. Y además ambos también coincidían intelectualmente en considerar que la personalidad que se plasma en una individualidad filosófica es más importante que el contenido positivo de sus doctrinas, como se puede ver respectivamente en las lecciones de Nietzsche. Sobre los presocráticos y en la actitud de Stein hacia Dühring. 

 

            Pero nos dice también Curt Paul Janz que los caminos de ambos filósofos siguieron trayectorias divergentes y desembocaron en terrenos muy diferentes: Nietzsche terminaría negando la intuición artística, lo poético como medio de persuasión filosófica (esto se notaría sobre todo, según Janz, en la IV parte del “Zaratustra” y ya anteriormente en “Humano, demasiado humano”).Por el contrario, Stein habría persistido en defender el derecho del arte, e incluso su obligación, de representar una cosmovisión, pues solo el arte puede representarla en su inmediatez vivenciable. Nietzsche, aunque en la tres primeras partes del Zaratustra habría jugado con la visión de lo estético que también tenía Stein, ya en la IV parte la habría superado, pasando su interés del qué del arte al cómo, sobre el que él se preocupará después en los textos donde habla del “gran estilo” y del arte con vocación “alciónica”. Esto no significa otra cosa que Nietzsche habría superado la concepción romántica del arte, mientras que Stein se habría hecho fuerte en ella, lo cual era debido en buena medida al influjo directo de Wagner. Los ataques de Nietzsche a este último tenían necesariamente que alcanzar la concepción espiritualista e idealista (principalmente en sentido ético-práctico) que Stein tenía del arte y que le unía indefectiblemente a Wagner, sin que en su caso se produjera ninguna separación traumática de él. 

 

            Esta diferencia filosófica entre Stein y Nietzsche afloraría plenamente con posterioridad a su encuentro en Sils-Maria, pero ya éste no acabó de manera muy halagüeña. A finales de noviembre, Nietzsche le envió a Stein un poema titulado “La nostalgia del solitario. Como recuerdo de Sils-Maria”[34]y Stein le contestó invitándole a participar en un círculo de discusión en torno a la interpretación de su Wagner-Lexikon. Esta respuesta extrañó y decepcionó a Nietzsche, que le escribió a su madre y a su hermana: “¡Qué carta más oscura me ha escrito el barón von Stein. Nadie sabe ya comportarse!”[35]. El resultado de todo ello fue que ni Nietzsche volvió a Bayreuth ni pudo retener junto a sí a Stein para formar la comunidad psicológica e intelectual que el autor del Zaratustra ansiaba.        

 

                  

 

                             

 

 

     

 

                                                             IV

 

CONCLUSIÓN

 

 

A toda filosofía cosmovisional, como la que representa el pensamiento de Stein, se le puede presentar la objeción de estar basada en la arbitrariedad de la elección de determinados presupuestos metafísicos (sean espiritualistas, materialistas o los que sean) y de no hacer otra cosa que venir a aumentar lo que los griegos llamaban la “diafonía ton doxon”, la disonancia de las opiniones. El plano de las cosmovisiones sería el de la arbitrariedad intelectual, la fantasía productora de imágenes del mundo absolutamente incontrastables empíricamente y la proliferación de invenciones que vienen a colaborar en la constitución de lo que Kant gustaba de llamar el “reino de Jauja” de la metafísica dogmática. Un positivista (esta vez sin tapujos y, por más señas, positivista lógico) del siglo XX como Rudolf Carnap terminó su opúsculo de 1932 “La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje”[36]estableciendo que la metafísica (que él consideraba, creemos que erróneamente, que siempre tiene una intención cosmovisional, de visión del mundo[37]) carece por completo de sentido cognitivo, teórico, y es siempre solamente la expresión de una actitud emocional ante el mundo. Pero dice Carnap que esta función de expresar actitudes emocionales ante el mundo la realiza mucho mejor el arte que la metafísica, sin pretender como ésta hacer otra cosa, dar un contenido cognitivo que en realidad la metafísica ni da ni puede dar. Y Carnap menciona expresamente la música. Llega a decir Carnap que los metafísicos son músicos sin capacidad musical. El metafísico en vez de fingir que está hablando con sentido cognitivo de relaciones objetivas existentes, debería renunciar a ello y dedicarse a expresar estéticamente mediante la música o también mediante la poesía la actitud emocional que le produce su contemplación del mundo. Stein no habría estado en desacuerdo con Carnap en pensar que toda cosmovisión reposa en un estado emocional básico ante lo real y que este estado encuentra el verdadero elemento donde él se plasma de forma suprema en la obra de arte. Pero no habría llegado a la conclusión, que sí saca Carnap, de que todo intento de la filosofía por llevar a conciencia lingüística lo que encierra conceptualmente la expresión de un sentimiento cosmovisional básico carece por completo de significado y es sólo un superfluo añadido a la expresión estética que no puede proporcionar nada teórico, nada cognitivo, a la emoción subjetiva que subyace a esa expresión. 

 

            Se puede pensar que si tenemos la obra de Wagner con su fuerza y calidad estética, no necesitamos ninguna condimentación cosmovisional de la misma, que como ya sabemos puede tener sus serios peligros ideológicos, pero también es verdad que debemos luchar por que el disfrute de la obra de Wagner no quede reducido a un suplemento decorativo (todo lo informado técnico-musicalmente que se quiera) de la vida “normal”, sino que sea una seria experiencia (reservada a la privacidad individualista de la recepción solitaria, para evitar tentaciones de comunitarismo estético-político que ya sabemos lo peligrosas que pueden ser) que alcance los estratos tanto psicológico-emocionales como espiritual-trascendentes de la persona, para lo cual la filosofía de Stein con su elevación de la estética a suprema espiritualidad y a “idealismo”, en sentido no metafísico sino en el sentido corriente práctico-ético de la palabra, no puede ser ni un estorbo ni algo superfluo.    



[1] Declaración recogida en Cosima Wagner, Die Tagebücher 2. 1878-1883, Pieper, 1977, 12 de agosto de 1881, pg 779. Citado en Heinrich von Stein, Idee und Welt, antología de textos editada por Günter Ralfs, Alfred Kröner, 1940, pg. V

[2]Citado en Idem, pg. V

[3]Para los datos biográficos de esta sección hemos seguido principalmente la introducción por Günter Ralfs de Heinrich von Stein, op. ct. .También hemos seguido, en los pasajes donde se señala en las notas, las siguientes obras: Cosima Wagner,Die Tagebücher 2 1878-1883 ; Martin Gregor-Dellin, Richard Wagner 2 1864-1883 ; Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche 3. Los diez años del filósofo errante.

[4]Martin Gregor-Dellin llama a Dühring “el inventor del léxico alemán antisemita”. Cf. Martin Gregor Dellin,Richard Wagner 2. 1864-1883, pg. 638

[5]Martin Gregor-Dellin, op. ct., pg. 638 

[6]Cosima Wagner, Die Tagebücher 2 1878-1883, Pieper, 1977, 20 de octubre de 1879, pg. 427-428

[7]Cosima Wagner, op. ct., pg. 418

[8]Baste para ilustrar esto que decimos con transcribir aquí la cita de Schiller que encabeza el ensayo de Wagner “Arte y religión”: “Yo encuentro en la religión cristiana virtualmente la disposición para lo más elevado y lo más noble, y las distintas manifestaciones de esta religión en la vida me resultan tan molestas y desabridas solo porque ellas son falsas representaciones de eso más elevado.”

[9]“Se puede decir que allí donde la religión se vuelve artificial, el arte se predispone a salvar el núcleo de la religión, en la medida que él aprehende los símbolos míticos, los cuales la religión quiere creer en un sentido literal, según su sentido imaginativo, para dejar reconocer a través de la representación ideal de los mismos su oculta profunda verdad”. Cf. Richard Wagner,Religion und Kunst (1880) en Richard Wagner, Werke X, Insel Verlag, 1983, pg.117

[10]Martin Gregor-Dellin, Richard Wagner 2.1864-1883, Alianza Música,1983, pg.638

[11]Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche 3. Los diez años del filósofo errante, Alianza Universidad, 1985, pg. 257 

[12]El interés por Rousseau de Stein venía de antes y parece ser que intentó aplicar las ideas pedagógicas delEmiliodel autor ginebrino en su labor como profesor particular de Siegfried Wagner

[13]Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche 3. Los diez años del filósofo errante, Alianza Universidad, 1985, pg.257

[14]José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, Tomo IV, Ariel, 1994, pg. 3373

[15]José Ferrater Mora, op. ct., pg. 3373

[16]Martin Gregor-Dellin (en Richard Wagner 2. 1864-1883, pg. 638) llega a decir que la filosofía de Dühring era antisocialista. Esto solo es correcto si identificamos socialismo con socialismo marxista, como parece que hace Gregor-Dellin, al parecer procedente de la antigua DDR. 

[17]José Ferrater Mora, op. ct., Tomo I, pgs. 947-948

[18]A partir de aquí, en los comentarios sobre la obra de Stein seguimos principalmente a Friedrich Poske, “Heinrich von Steins Weltanschauung” en Houston Stewart Chamberlain und Friedrich Poske, Heinrich von Stein, Georg Müller, 1905, pgs 71-120

[19]Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche 3. Los diez años del filósofo errante,Alianza Universidad 1985, pg. 258

[20]No me resisto a transcribir aquí en este punto un pasaje, que creo acertado y ecuánime, sobre Houston Stewart Chamberlain, escrito por alguien muy poco sospechoso de connivencia con su desviado mundo ideológico, Theodor W. Adorno: “lo que hay de verdad en aquel estereotipo debería estudiarse tal vez en el caso de Houston Stewart Chamberlain, cuyo nombre y actuación están vinculados con los aspectos más ominosos de la moderna historia alemana, con el nacionalismo y el antisemitismo. Resultaría útil comprender cómo ese inglés germanizado llegó a cumplir su lúgubre función política. El intercambio epistolar con su madre política, Cosima Wagner, ofrece un riquísimo material. Chamberlain fue originariamente un hombre cultivado, fino, hipersensible frente a la comercialización taimada de la cultura. En Alemania, sobre todo en Bayreuth, asimiló el rechazo del mercantilismo allí pregonado. Culpable de que se convirtiera en un demagogo racista fue menos su maldad natural, o incluso su debilidad frente a la dominante y paranoica Cosima, que su ingenuidad. Chamberlain absolutiza lo que él amaba en la cultura alemana, por oposición al capitalismo plenamente desarrollado de su patria. Vio en ello una cualidad natural inmutable, no el resultado de desarrollos sociales desiguales. Esto lo condujo insensiblemente a aquellas representaciones raciales que luego tuvieron consecuencias incomparablemente más bárbaras que el filisteísmo a que Chamberlain quería escapar.” Cf. Theodor W. Adorno “Sobre la pregunta ‘¿Qué es alemán?’” en Theodor Adorno, Consignas,Amorrortu, 1969, pg. 98

[21]Houston Stewart Chamberlain, “Heinrich von Stein 1857-1887” en Houston Stewart Chamberlain und Friedrich Poske, Heinrich von Stein, Georg Müller 1905, pgs. 37-39

[22]Houston Stewart Chamberlain, “Heinrich von Stein”, en Houston Stewart Chamberlain und Friedrich Poske, op. ct., pgs. 8-9 

[23]Houston Stewart Chamberlain, “Heinrich von Stein 1857-1887”, en Houston Stewart Chamberlain und Friedrich Poske,Heinrich von Stein, Georg Müller, 1905, pg. 17. 

[24]Heinrich von Stein, Entstehung der neueren Ästhetik, citado en Houston Stewart Chamberlain, “Heinrich von Stein 1857-1887” en Houston Stewart Chamberlain und  Friedrich Poske, Heinrich von Stein, Georg Müller, 1905, pg. 4 

[25]No podemos justificar aquí esta calificación de la filosofía de Schopenhauer. Sólo diremos que el filósofo español Gustavo Bueno también utiliza un oxímoron para referirse al pensamiento de Schopenhauer: idealismo materialista. Quiere esto decir que la famosa frase de Schopenhauer “El mundo es mi representación” significa que el mundo es una ilusión urdida por el cerebro, que como todo en la naturaleza es un producto de la voluntad de vivir. Lo importante es que la razón tiene un origen en la voluntad de vivir, que es igual al ser último de la naturaleza, y no tiene su origen en un principio distinto del que actúa en la naturaleza (la voluntad de vivir) al que pudiéramos llamar espíritu.  

[26]Heinrich von Stein, Vorlesungen über Ästhetik, Stuttgart, 1897, pg. 37

[27]Heinrich von Stein, Aus dem Nachlass. Dramatische Bilder und Erzählungen,(escritos póstumos), Leipzig, 1888, pg. 216

[28]Heinrich von Stein, Giordano Bruno, Georg Heinrich Meyer, 1900, pg. 90

[29]Heinrich von Stein, “Regeneration” (poesía)

[30]Friedrich Poske nos dice que Stein, como otros muchos nobles alemanes de su época y aunque siempre había tenido una preocupación social, tomó conciencia de la justificación del movimiento social de entonces como consecuencia de la implantación de las ley antisocialista de Bismarck. Cf. Friedrich Poske, “Heinrich von Steins Weltanschauung” en Chamberlain y Poske, Heinrich von Stein, George Müller, 1905,pgs.76-77

[31]Para los datos de esta sección véase Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche 3. Los diez años del filósofo errante,Alianza Universidad, 1985, pgs. 256-265, 290-292

[32]Friedrich Nietzsche, CorrespondenciaVolumen IV, Trotta, 2010pgs. 479-480. Citado en Curt Paul Janz, op. ct., pg.261

[33]Curt Paul Janz, op. ct., pg. 262

[34]Friedrich Nietzsche, Correspondencia, Volumen IVpgs. 507-509

[35]Friedrich Nietzsche, Correspondencia, Volumen V, pg. 34

[36]Cf. A. J. Ayer (editor), El positivismo lógico, FCE, 1993, pgs 84-87

[37]No podemos desarrollar aquí la justificación de esta afirmación. Sólo diremos que si aceptamos con Aristóteles que la metafísica es la “ciencia que se busca” y que su objeto es “el ser en cuanto ser”, ello no implica que la metafísica tenga que desarrollarse necesariamente como cosmovisión.