La filosofía no tiene como misión que la gente “se atreva a pensar” ni ello le importa un comino. El famoso imperativo de Kant del “atrévete a pensar”, por mucho que sea de Kant, es expresión de una ilustración superficial y abstracta, y es ridículo creer que la facultad de pensar, así en general y sin más especificaciones, es una facultad exclusiva de los filósofos ( y filósofas, eh).
Pongo de nuevo la siguiente cita de Ortega porque expresa a la perfección la autonomía de la filosofía con respecto a las necesidades psicológicas, o de cualquier otra índole, de la gente.
“La filosofia no necesita ni protección, ni atención, ni simpatía de la masa. Cuida su aspecto de perfecta inutilidad y con ello se liberta de toda supeditación al hombre medio. Se sabe a sí misma por esencia, problemática y abraza alegre su libre destino, sin pedir a nadie que cuente con ella ni recomendarse ni defenderse, no vive del provecho ajeno, ni lo premedita ni lo espera”.
José Ortega y Gasset, “ La rebelión de las masas”, cap. Primitivismo y técnica
Quien piense que en la filosofía se puede penetrar con provecho intelectual y profundidad espiritual a base de ideas tópicas escolares, expuestas en formato “express”, y anécdotas biográficas que resulten “bonitas” y siempre escorándose hacia las filosofías más fácilmente reductibles a soteriología ( saber de salvación) psicologista, lo lleva claro.
La filosofía tiene que aparecer ante la “conciencia normal”, cono bien expresó Heidegger, como lo más extraño, lo más lejano. O como dijo Hegel, la filosofía vista desde la conciencia cotidiana tiene que aparecer como el mundo al revés. Y también dijo Hegel que “la filosofía ha de guardarse de ser edificante” . Tratar de acercar la filosofía a “la gente” para que le resulte cercana y vean que puede ser provechosa para ellos sólo puede conducir a hacer de la filosofía un estuche de la señorita Pepis de carácter psicologista y a que la gente crea que con cuatro ideas dispersas y cuatro horteradas ( hasta con música sentimental de fondo) puede entrar en el sagrado recinto de la filosofía. Quien no esté dispuesto a marginarse del pensamiento filisteo pequeñoburgués reinante y a exclamar con Horacio el “odio al vulgo profano y me aparto de él” lo mejor es que deje la filosofía en paz.