viernes, 24 de enero de 2020

POR QUÉ NOVOY A IR A LA MANIFESTACIÓN CONVOCADA PARA EL DOMINGO EN DAIMIEL SOBRE LA CATASTROFUCA SITUACIÓN POR DESECACIÓN DEL PARQUE NACIONAL DE LAS TABLAS DE DAIMIEL

POR QUÉ NO VOY A IR A LA MANIFESTACIÓN POR LA SITUACIÓN DE LAS TABLAS DE DAIMIEL

No existe una culpa ni colectiva ni de nadie en particular de la situación presente de Las Tablas de Daimiel. No existe una responsabilidad personal de los agricultores, ni de los políticos y tecnócratas del tardofranquismo que realizaron la desecación del cauce del Guadiana, ni tampoco de las autoridades locales que en su momento permitieron la actuación de esos tecnócratas y políticos venidos de Madrid. De esto último parece que no se ha hablado nunca, pero yo tampoco soy partidario de exigir responsabilidades a personas que no creo que actuaran de mala fe, sino movidas y presionadas por su situación personal circunstancial en aquellos momentos. La culpa es de una Modernidad manipuladora, explotadora y depredadora de la Naturaleza, en la que la acción conjunta del capitalismo y de la tecnociencia, en perfecta simbiosis donde no existe la primacía ni lógica ni temporal de ninguno de los dos factores sobre el otro, llega a crear el peligro de la destrucción de la Tierra. Y esto no es hablar en alocados términos apocalípticos, sino hablar de algo que ahora tanto se utiliza para vanos intereses políticos, como es el asunto del cambio climático. 
Ante esa Modernidad culpable de destrucción de la Tierra, son también vanos politiqueos las movilizaciones, los “compromisos” y todas las romerías reivindicativas que se quieran organizar. Ante ella solo tiene valor espiritual la toma de conciencia individual de que no se trata de un problema local o resoluble con acciones políticas populares o no populares, sino de un problema epocal civilizatorio. Cualquier medida”política” ante la situación epocal de devastación de la Tierra sólo puede significar paños calientes o intentos de solución que tienen que chocar a la fuerza con intereses legítimos o, mejor dicho, con intereses que en el contexto político liberal de la Modernidad no pueden ser legítimamente neutralizados. 
A estas alturas de la destrucción epocal y civilizatoria de la Naturaleza lo que hay que hacer es buscar la evasión individual a una situación cultural privada donde los principios de la Modernidad queden en suspenso, donde no le afecte a uno la destrucción del espíritu que también provoca la Modernidad, aunque esta destrucción, que en realidad es lo más grave y lo que trae consecuencias de destrucción material, sea más difícil de percibir. 
Esto puede parecer que es una respuesta ante el problema análoga a la del lema “Tranqui, chaval, la sociedad es la culpable”, pero es la verdad de fondo del problema, y aunque Las Tablas puedan salvarse con medidas técnicas aportadas por las correspondientes decisiones políticas, las fechorías ecocidas y antiespirituales de la Modernidad van a continuar, y ante ellas tendría más valor (espiritual, como hemos dicho, pero que incluso podría llegar a ser político algún día) la toma de conciencia de que nos enfrentamos a un fallo de la civilización moderna y no algo resoluble con medidas técnico-políticas o de lo que se pueda echar la culpa, seguramente para tranquilizar nuestras propias conciencias de disfrutadores consumistas de esa civilización, a estos o a aquellos. 
Dejemos a los politiquitos y a los “abundantes” ( como se dice aquí en Daimiel) de la sociedad civil que hagan sus carreras y que se “visibilicen” con sus manifestaciones y “compromisos”, y busquemos la única alternativa hoy posible a la Modernidad destructora, la de ponerse a salvo espiritualmente de ella de forma estrictamente individual. 
Puede parecer también que esta alternativa que propongo al desastre de la Modernidad es una alternativa que se complace en el refugiarse en “la torre de marfil”. Pero he de decir ante este reproche que, a pesar de la ideología plebeyista tan extendida en la sociedad actual, yo no tengo nada en contra de “la torre de marfil”, como tampoco lo tenía el filósofo alemán de izquierdas Theodor W. Adorno, según manifestó cuando salió a defender su no compromiso con las movilizaciones políticas radicales del 68. Más importante que manifestaciones políticas y “abundanteos” en la “sociedad civil” sería que la situación de Las Tablas sirviera para concienciar a unos pocos, capaces de refugiarse en su “torre de marfil”, que estamos ante un problema que afecta a los fundamentos y los principios de nuestra época y de nuestra civilización.