jueves, 17 de agosto de 2023

IMPRESIONES DE DOS REPRESENTACIONES DE BAYREUTH

 Sin ninguna pretensión de meterme a crítico musical, labor para la que no tengo ni preparación ni capacidad, voy a intentar decir algo sobre las impresiones recibidas en las dos representaciones wagnerianas ( “El holandés errante” y “Parsifal”) a las que he tenido ocasión de asistir ( los días 11 y 12 de este mes) en Bayreuth. 

Quisiera decir primero que para mí lo importante en las representaciones de las obras (“dramas musicales”) de Wagner es la música, aparte del entramado dramático al que ella va unido, y no soy de los que parece que, como es costumbre en la ópera convencional, plenifican y agotan su disfrute estético de estas obras en la comparación de versiones y en el análisis técnico o pretendidamente técnico de la calidad de las voces y de la dirección orquestal. Como decía el famoso musicólogo y sacerdote Ferderico Sopeña, algunas veces ante las conversaciones de estos aficionados “operísticos” dan ganas de preguntarse si, aparte de demostrar sus conocimientos técnico-artísticos de la calidad de las voces y de las distintas versiones discográficas existentes, a estos aficionados les gustará también la música. Pero dicho esto, también hay que decir que en la “música clásica” que se dé una buena interpretación de la obra es fundamental para que a uno, a cualquiera, le pueda gustar la obra. Aunque uno no sepa entrar en el análisis y la crítica técnicamente especializadas de la versión de la obra, si la interpretación es mala, lo más fácil es que a uno, aunque no sepa por qué, la obra no le guste. Como decía María Callas una ópera mal interpretada se puede convertir en algo horroroso. 

Pero entremos en la materia prometida, aunque repito que no tengo conocimientos musicales técnicos ni mi oído es muy fiable, por lo que me limitaré a dar unas impresiones subjetivas sin justificación crítico-técnica y sin uso del leguaje especializado, guiándome también por las reacciones del grueso del público.

Las dos señaladas representaciones obtuvieron un éxito grande.”El holandés errante” contó con voces que cumplieron de sobra. Michel Volle –de cierto renombre wagneriano y que ha protagonizado como Hans Sachs la última representación en Bayreuth de “Los maestros cantores”, dirigida escénicamente por Barry Kosky y que debe de ser bastante curiosa ( existe grabación en DVD y Blue-Ray) y es recomendada como muy interesante por gente no especialmente adepta a las versiones “rompedoras”– es un holandés correcto aunque tal vez le falte oscuridad en la voz para este papel. 

En esta obra el mayor éxito lo cosechó George Zeppenfeld (como Daland, el marinero padre de Senta, la protagonista), que ha encarnado varios personajes en las obras del festival de este año y aparece en “Parsifal” como Gurnemaz, el gurú o iniciador de Parsifal en los misterios del Grial. 

En esta última obra obtuvieron una calurosa respuesta por parte del público, creo que enteramente justificada, la pareja protagonista, Parsifal y Kundry, sobre todo en el segundo acto, donde se desató el entusiasmo de los espectadores, que aquí en Bayreuth, como en toda Centroeuropa, suele manifestarse, cuando es grande y en contra de lo que es habitual por nuestras latitudes, en sonoros pateos por parte de los entusiastas. 

En cuanto a la dirección de nuestro compatriota Heras-Casado, la única particularidad que fui capaz de apreciar es que se mostró muy explosivo, intensificando el “fortissimo” en algunos momentos culminantes, por ejemplo en el “Encantamiento del Viernes Santo” del tercer acto.  

Elena Garança, de bastante gana operística no wagneriana, fue la gran triunfadora de la noche como Kundry, y Andreas Sacher cantó, como digo sobre todo en el acto II, un Parsifal bueno, aunque no sé si los entendidos podrían decir que resultó 

algo “gritón”. 

Quiero dedicar un próximo artículo a expresar y clarificar mi posición sobre las puestas en escena “modernas”, o tal vez “postmodernas” de las obras de Wagner, por lo que de las vistas este año solo diré, de momento, que tenían, efectivamente, pretensiones vanguardistas, o como ahora se dice, creo que más modestamente, “rompedoras”:hasta el punto de que, como ya se ha hecho habitual, las dos puestas en escena no solo trasladan la acción a lugares y épocas no previstos por Wagner, sino que contradecían, principalmente en acciones incluidas al final de la obra, las intenciones dramáticas de Wagner. Esto último es lo que a mí me parece mal, no el que se rompa, o más habría que decir que no se vuelva, a la antigua tradición romántico- naturalista o que la acción cambie de lugar y época. Pero me parece que en los actuales directores de escena hay una voluntad –y en el anunciado artículo examinaremos si esto puede o no estar justificado– de contradecir el sentido espiritual superior, “sublimatorio”, de las obras de Wagner. Así tenemos que en “El holandés errante” presenciado la protagonista Senta, al final de la obra, en lugar de tirarse al mar para así redimir al protagonista masculino, el holandés, al hacer que haya habido una mujer que lo ha amado hasta la muerte, le pega un tiro. Y en “Parsifal” el protagonista, tras entrar en el Templo del Grial en el acto tercero con la Lanza Sagrada que ha recuperado y con la que cura a Amfortas, el sufriente rey del Grial anterior a la consumación de su obra redentora, rompe el Grial, representado con una vasija de vidrio, estrellándolo contra el suelo, en lugar de mantenerlo elevado para que lo veneren los caballeros del Grial. Y Kundry en lugar de morir, certificando de esta manera su redención por Parsifal, entra con él, dándole la mano, en una alberca circular que aparece en el escenario en los tres actos, insinuándose así, tal vez, que inicia una relación amorosa con Parsifal, lo cual contradice de plano el sentido dramático espiritual de la obra. 

Bueno, con esto termino por ahora, a la espera de escribir el artículo anunciado sobre el problema de las puestas en escena “rompedoras” y vanguardistas, que ya anuncio que quiero que sea más denso.