Elegantes e ingeniosos los poetas,
gozadores del misterio de los signos,
que crean críptica belleza fría,
los oscuros sentidos vanidosos,
y ornamentan la vida con palabras.
Desconocen el real espíritu,
más allá del signo y lo sensible,
nos engañan con falsas metafísicas
del lenguaje y su verdad primordial.
Descubren la palabra inesencial,
buscan sensaciones del intelecto
que incrementan la confusión del mundo,
odian la claridad elemental
de la pasión pura y el sufrir sincero.
Mi yo no quiere ni imagen ni concepto,
solo exclamación, interior sin Forma,
no belleza ingeniosa para el mundo,
ni placer de expresión triunfante en orden,
solo decir mi voluntad fatal,
mi deseo de plenitud inefable,
mi yo de certeza honda y silente,
expresar el alma y la sangre fieras
y dejar lo exquisito para el mundo,
para su maldita exterioridad.