Entre oscuridad de la materia
y exaltado fuego del alma,
oscila tu dios arrollador,
que convierte en templo de entusiasmo
al cuerpo sentido en ardor y ligereza.
Luz elevada y pesadez terrenal
entregan las primicias del espíritu.
Hombres y dioses se disipan
en el interior de honda exaltación.
Si conjuras el fracaso y la muerte,
pronto el deseo posee a la vida
y el impulso gozoso de fieras sensaciones
es hacia el celeste anhelo inmortal.
La noche es sagrada visión
del triunfo del amor en ascenso
a la soledad del sentir divino.
Eres la bendición de la tierra y de la noche
y la presencia triunfante de la materia,
pero también traes luz irracional enérgica
para el alma empeñada en su éxtasis.
La alegría es pequeñez vulgar
ante el furor de tu bienestar libre
de la sociabilidad del yo superficial y falso.
Eres soledad intensa y honda
que elimina las apariencias tumultuosas
de la banal razón de los filisteos.
Si torpeza, fracaso, enfermedad y muerte
son tu sentido para los burgueses,
yo predico una ebriedad posible
que es promesa de inmortalidad.