lunes, 18 de marzo de 2024

A LA PASIÓN DE CRISTO



Raíz ensangrentada de la Pasión celestial,

honda en la tierra del suelo natal,

se hace oscura la luz inmortal,

cruz, muerte y sangre, cáliz de dolor,

sensualidad trágica del fervor,

primavera de espinas y flagelación, 

solemnidad amarga de oblación,

profundidad de la vida y de la muerte,

del alma en oración que se entristece

por la agonía del Puro sufriente, 

pecado y corrupción en noche grave 

de Redención de la maldita carne.

Es el Sí de Dios frente a un No ancestral

que ahora ya no se nos imputará. 


martes, 20 de febrero de 2024

CARTA DE AMOR AL AMOR


 

 

Me he decidido a escribirte esta carta, Amor, siguiendo el ejemplo de la conocida monja portuguesa Mariana Alcoforado, supuesta autora en el siglo XVII de las también célebres Cartas de amor de una monja portuguesa y de la que se decía que estaba enamorada del Amor. Yo también siento hacia ti mismo el sublime sentimiento del enamoramiento que idealiza, ennoblece y eleva siempre, de manera transfiguradora, su objeto. En este bajo mundo lleno de imperfección y transitoriedad y de la vulgaridad y la grosería que inevitablemente impregnan nuestra servidumbre a las tareas cotidianas y nuestro vernos atrapados en la insustancialidad de la vida social convencional, tú eres fuente de idealización y sublimación de nuestra existencia, afecto que es vía de acceso a las grandiosas cumbres de una espiritualización no represiva, sino intensificadora y ampliadora de las posibilidades de Eros. 

                  Pero, yendo más allá de esta idea de Herbert Marcuse de la “sublimación no represiva”, bien estaría decir que tú cuando eres auténtico en tu pureza no tienes nada que ver con el deseo sexual y alcanzas una sublimidad que trasciende toda pulsión carnal, al convertirte en idealización pura del objeto al que vas dirigido. Hay que fijar una estricta separación y aun una contraposición entre la Afrodita Urania, la Afrodita del amor celestial y espiritual exaltada por el divino Platón, y la Afrodita Pandemós (para los romanos Venus vulgivaga o Venus popularis), la del amor de los vulgares e inferiores placeres sensuales. Yo, por supuesto, me dirijo a ti bajo la advocación de la Afrodita Urania. Suscribo plenamente las palabras que en relación con esto escribe el filósofo Otto Weininger en el capítulo de su antaño famoso libro Sexo y carácter dedicado a exponer su teoría del amor: “Existe, pues, el amor “platónico”, aun cuando lo nieguen los profesores de psiquiatría. Podría incluso decir que sólo existe el amor “platónico”. Lo que también se suele llamar amor pertenece al reino de lo inmundo. Únicamente hay un amor: el amor por Beatriz, la adoración de la Madonna. Para el coito está destinada la prostituta babilónica”. Y antes había dicho el mismo filósofo vienés en el mismo capítulo: “Cuando un hombre desea a una mujer y dice que la ama, o miente o no sabe lo que es el amor: así son de diferentes el amor y el impulso sexual”. Y añade Weininger, despiadado pero con más razón que un santo: “He aquí que casi siempre se deba considerar como una hipocresía cuando se habla de amor en el matrimonio”. 

                  Por todo ello y por mi cansancio y mi indignación ante la manera en que las masas vulgares y filisteas mancillan tu nombre y tu idea, Amor, esta carta también quiere ser una carta de desprecio. De desprecio hacia los señores pequeñoburgueses y las señoras peuqeñoburguesas que te confunden con el cariño, de origen último biológico, es decir, animal, que ellos y ellas les toman a sus parientas o parientes y a la prole en el seno del matrimonio o de sus falsas superaciones dadas en sus actuales sucedáneos “de pareja”. De desprecio a los que, por la extensión del uso de la expresión “hacer el amor”, no en su sentido español castizo, sino en su sentido frívolo francés (en español tradicionalmente esta expresión significaba cortejar, manifestar a una mujer un deseo amoroso, no practicar la cópula), te mezclan con la “desublimación represiva”, como diría también Herbert Marcuse, de la promiscuidad y el guarreo que hay en la sociedad actual.

                  Pero hay que dejar claro que lo que yo opongo aquí a la sentimentalidad burguesa funcional matrimonial y a la vez a la promiscuidad sexual (llamada hoy, en el contexto del progresismo banal que nos asola, “poliamor”)  no es el mito romántico del amor-pasión , que no puede desmentir su fundamento último en la fiebre extática del deseo y del placer, sino el amor puramente ideal, el amor que consiste en el entusiasmo interior, puramente subjetivo, sin realización práctico-material, ante una persona que se convierte en referencia sublime de todos nuestros impulsos superiores completamente idealizadores y transfiguradores. El amor romántico, como magistralmente señala Max Scheler en su libro Esencia y forma de la simpatía, es una mezcla de sensualidad y espiritualidad y el amante romántico lo que hace en realidad es condimentar con veleidades intelectuales y culturales su deseo de gozo carnal. (Ni que decir tiene que cuando hablamos aquí de amor romántico no nos referimos a la sensiblería cursi que es tenida por tal amor romántico en el lenguaje del vulgo, sino al amor del romanticismo entendido como movimiento literario, ideológico e incluso filosófico que nace a principios del siglo XIX y que deja sentir su onda expansiva hasta momentos muy posteriores de la sociedad burguesa tradicional). El Amor al que aludimos en esta carta y el Amor que amamos es el Amor completamente sublimado, no equívocamente espiritualizado como el amor-pasión de los románticos. Es el “Amor puro” también en el sentido clásico del Amor que no espera recompensa, que no necesita tener esperanza en su consumación para arder divinamente en su llama pura. Eso eses tú, Amor sublime (“hohe Liebe”, como decían los Minnesinger, los trovadores alemanes de la Edad Media), y eso es el sentimiento profundo, noble e intensificador de la vida que queremos seguir sintiendo, aunque ya falte toda efectividad del deseo carnal y toda capacidad mundana de amar convencionalmente y trivialmente.       

                        

 

jueves, 15 de febrero de 2024

EL MAYO DEL 68 Y NOSOTROS

 Pongo aquí un artículo escrito por mí en noviembre de 1987 en la revista de Daimiel "La venganza de don Pato", al comienzo del curso siguiente a la revuelta estudiantil del Cojo Manteca, en la que participé activamente


En el ya próximo año de 1988 se cumplirá el 20 aniversario de los famosos acontecimientos del Mayo francés del 68. Durante esos 20 años la cultura oficial ha tenido tiempo de convertir esa importante revuelta contracultural de la juventud francesa, que hizo temblar a la burguesía de toda Europa, según palabras de su líder más destacado, el judío alemán Dany Cohn-Bendit (estudiante de sociología en Nanterre), en un “gran acontecimiento histórico”, la ha hecho entrar en la “historia de los grandes movimientos ideológicos y políticos del siglo XX”, en definitiva, ha sabido convertir esa revuelta estudiantil en un mito histórico, robando su recuerdo de esa manera a la conciencia viva y palpitante de los que más podrían aprender de ese recuerdo, los jóvenes de hoy, para provecho de la propia estabilidad del sistema de dominación política, que sigue siendo el mismo contra el que se rebelaron los estudiantes franceses, al mismo tiempo que para provecho de profesores de humanidades, sociólogos, filósofos de andar por casa (o sea, de leer en El País) y otros onanistas mentales y buitres de lo que la cultura oficial sabe robarle a la vida para convertirlo en carroña histórica. Sin duda el año próximo los medios de comunicación de masas, espoleados por el mercado cultural, que últimamente parece haber encontrado muy rentable la moda de la celebración de efemérides de todo tipo, tratarán de consumar este proceso de “momificación historicista del Mayo del 68”.

            No se trata de negar la relevancia de esta fecha dentro de la historia de las ideas políticas (hubo cosas que quedaron muy claras, por ejemplo el carácter burgués, cómplice con el sistema, de la línea reformista y economicista seguida por el partido comunista francés y sus homólogos europeos), ni el enorme impacto que esta fecha tuvo sobre el estilo de vida y de pensamiento de muchos jóvenes, que encontraron gracias a ella su madurez política o simplemente un estímulo vital (uno más de los muchos que ofreció la prodigiosa década) o un modelo de acción contestataria. Desde luego no se puede estar de acuerdo con aquello que decía hace tiempo una persona de talante conservador de que el Mayo francés del 68 fue simplemente una algarada organizada por los gamberros bohemios del barrio latino parisiense. Por aquel entonces, hasta los chicos del PSOE, convertidos hoy a todo lo que está en las Antípodas del espíritu del 68, el pragmatismo más cínico, el dirigismo más manipulador (como el propio don Pato ha tenido ocasión de experimentar en su propia carne), el tecnocratismo “modernizador” más típicamente tardocapitalista, la desideologización, etc., creían por aquella época en la necesidad revolucionaria de asaltar el Palacio de Invierno, metáfora desde la traicionada y “fracasada” revolución bolchevique de 1917 de los órganos supremos del poder clasista del Estado burgués.

            Aquel momento fue un gran momento para toda la izquierda con vocación sinceramente transformadora de la realidad social, pero la nostalgia no es un sentimiento revolucionario, y menos todavía el culto historicista de los grandes acontecimientos. Conviene recordar lo que Nietzsche advirtió en su segunda consideración intempestiva de 1874 “Sobre la ventaja y desventaja de la historia para la vida”: “cuando el programa vital, el programa de futuro de la vida decaen, el amontonamiento del saber histórico se convierte en un lastre, más aun en un peligro para la vida” (Eugen Fink, La filosofía de Nietzsche, pg. 44). Sencillamente el poder, convirtiendo el Mayo del 68, a través de sus mecanismos de control cultural (Universidad, medios de comunicación, intelectuales pseudocríticos, etc.), en un “gran acontecimiento histórico, trataría de evitar que algo parecido a ese ”gran acontecimiento histórico” pudiera volver a ocurrir. Cuando un acontecimiento histórico se repite, su segunda aparición se convierte en una caricatura de la primera, dijo Marx. El miedo a realizar una caricatura de Mayo del 68 puede convertirse en un lastre para un proyecto de izquierdas pero de verdad, es decir revolucionario. La única manera de evitar esto es rechazar la mitificación historicista de Mayo del 68, y ver en esta fecha simplemente un episodio de la ya larga lucha contra el dominio capitalista de la clase burguesa, que sin duda para seguir adelante con éxito debe cultivar lo que Nietzsche en la obra antes citada llama una “historia crítica”, es decir, debe mirar al pasado para aprender de cara a la acción de futuro, para perfeccionar su fuerza actual (y de aquí la ventaja de la historia para la vida), pero si recurre al pasado para llorar su pérdida y para mitificarlo dará una muestra de debilidad y su “programa vital” se resentirá de ello.

            Por otra parte, tal como están las cosas, también parece equivocada otro tipo de lectura del Mayo francés defendida por el mismo Dany Cohn-Bendit hace poco en una entrevista televisiva (2ª cadena y a una hora de escasa audiencia: típico ejemplo de lo que Marcuse llamó, precisamente allá por el 68, “tolerancia represiva”). Según esta lectura del Mayo del 68, este movimiento, si no consiguió la conquista del poder, objetivo de todo movimiento revolucionario que se precie, sí por lo menos habría conseguido producir un cambio en las pautas culturales de comportamientos de los jóvenes.

            Sin embargo, hoy más bien parece, o nos parece a nosotros, que las cosas son muy distintas: la imaginación no solo no está en el poder, sino que también parece estar en vías extinción dentro de nuestras cabezas, pues como es bien sabido hoy ya no nos dejamos “comer el coco” por rollos “raros” (léase lo que nuestro ilustre paisano Pepe Sanroma dice al comienzo de su valiente y recomendable opúsculo Persistir en la lucha por la revolución de los pueblos de 1980 sobre el uso “ideológico”, en el sentido marxista del término “ideológico”, es decir, sobre el uso interesada y maliciosamente “comecocos” que el dispositivo de control cultural del poder hace de esta expresión de la jerga juvenil, “comer el coco”).

Además, poco espacio parece quedar hoy para la imaginación en nuestras cabezas, definitivamente conquistadas por la “razón instrumental”, casi omnipotente hoy en su apoteosis informática…

            Por otra parte, actualmente sigue siendo tan necesario como en el 68 un movimiento que sea al mismo tiempo anticapitalista y anticomunista (por emplear para entendernos el término anticomunismo como sinónimo de antisovietismo, cosa que no es ni mucho menos correcta), o como dijo Cohn-Bendit, anticomunista por ser anticapitalista, que es lo mismo que decir un movimiento contrario al capitalismo en sus dos versiones actuales, la versión imperialista de tendencia monopolista “made in U.S.A.” y la versión burocrática y estatalista de la U.R.S.S. (ojalá sea inoportuno decir esto al comienzo de la era Gorbachov). Sin embargo, a pesar de todo ello lo que hoy predomina es la posmodernidad, esa gilipollez, y sus debilidades reaccionarias: el “pensamiento débil”, que es una invitación a la frivolidad tanto práctica como intelectual o el hedonismo  también débil, y trivial, que sabe convivir en las mismas personas con “ideologías” de contenido ascético también sabiamente debilitadas por sus representantes terrenales, cuando no degeneran en fenómenos que si bien son también débiles en sus contenidos ideológicos ( sin comillas esta vez) no lo son tanto en su fuerza “desconcienciadora “, cuando no “descorporalizadora”, fenómenos tales como el de las “drogas” ( música popo, televisión, alcoholismo, heroína, etc.)  o como el también gilipollesco fenómeno de las tribus urbanas (heavies, punkies, pijos, horteras -la gran mayoría-, yuppies, etc.).

            Tal vez ante semejante panorama, a los que más allá de modas culturales, y desde luego más allá de “fiebres de juventud” seguimos rechazando el poder de la burguesía, con sus obsoletos, hipócritas y mistificadores valores ético-morales; su “cultura de consumo”, cada vez más inaguantable en su vulgaridad y en su idiotismo; su interesada, “ideológica”, sacralización del trabajo “alienado” al que nos condena ( cuando no es al paro a lo que os condena); su concepción productivista y lucrativa de la economía   (a costa de la clase trabajadora y del Tercer Mundo, por supuesto) etc., no nos quede más remedio que recurrir a la nostalgia…, que aunque no es un sentimiento revolucionario, como sentimiento romántico que es (por favor, entiéndase el término romántico en su sentido serio, viril y profundo, y no en su sentido sensiblero, vulgar y femenino) tal vez sea ingrediente necesario de ese “escapismo bueno” ( contrario al malo de las “drogas”) al que tal vez estemos condenados aquellos a los que nos gustaría seguir viendo ese hilo rojo de la historia  (siempre viva y hacia delante) del que habló Ernst Bloch, filósofo de la  esperanza utópica…

 

 

                                                          EL PSICOPATO DE LA COLINA, Noviembre de 1987          

              

        

    

sábado, 20 de enero de 2024

PLACER PERDIDO



Dulce cuerpo entristecido,

en ti busco sin templanza

las señales de tu olvido,

la carne y la sangre huidizas,

el grave placer perdido.

Desespero en tu silencio,

sufro el dolor sin sentido

de tu alma despiadada,

quiero el don enfurecido

de tu amor siniestro y loco, 

pero oscuro y maldecido 

encuentro la soledad 

de un clamor desvanecido. 


Juan Gregorio Álvarez Calderón