miércoles, 11 de julio de 2012

LA CRISIS DEL CAPITALISMO

Nos acordamos de Sta. Bárbara cuando truena, por decirlo con una frase hecha, pero seguimos sin darnos cuenta de que el capitalismo es un sistema absurdo y aberrante, desde el momento en que la producción material de la vida no está dirigida en él a la satisfacción de las necesidades sociales reales sino a la acumulación del capital en manos de los propietarios de los medios de producción. Si se acepta el capitalismo y no se quiere hablar de su superación, hay que aceptar la lógica neoliberal de las recetas que se están empleando para salvarlo. Parafraseando a Horkheimer, el filósofo de la Escuela de Frankfurt, hay que decir que quien no quiera hablar de capitalismo y de su superación socialista (me refiero a la abolición de la propiedad privada de los medios de producción) que no hable de crisis. Ahora bien, el capitalismo y sus sistema financiero han alcanzado tal grado monstruoso de complejidad y autonomía con respecto a cualquier referente ético o político que me temo que cualquier intento de desmantelarlos podría provocar una situación de caos. Además los problemas y peligros que plantearía la construcción del socialismo son literalmente aterradores. Lo que pasó en la URSS en la época de esa construcción no fue algo puramente accidental o una contingencia provocada por el nivel de bajo desarrollo del capitalismo de la que se partía, sino algo que se deriva necesariamente de la idea de construcción del socialismo como tarea propuesta por la voluntad y la razón humanas contra la inercia natural de la historia y de las propias tendencias psico-biológicas humanas. Por o tanto, lo mejor es olvidarse de todo proyecto político transformador y buscarse cada cual su salvación material y cultural. Cuando no se puede hacer nada contra el monstruo incontrolable que hemos creado y cuando las consecuencias éticas de intentar matarlo serían completamente inasumibles, lo mejor es entrar en una fase de individualismo apolítico.