domingo, 25 de diciembre de 2016

SOBRE EL NIHILISMO

A pesar de todos los esfuerzos y advertencias de Nietzsche, el nihilismo no va a producir en la humanidad nada grande. No lo ha producido. Los intentos de recuperar la grandeza humana pero a partir de la asunción del nihilismo, de que no hay a fundamentación absoluta última de valores, ya sabemos como han terminado: no en la grandeza sino en el paroxismo de la bajeza criminal extrema. Las grandes ideologías del siglo XX, criminales en sus resultados prácticos y en algún caso también en sus intenciones teóricas, han sido los "grandes relatos" sobre la posibilidad de recuperar la grandeza del hombre una vez asumido el nihilismo; han propuesto en el siglo XX no superarlo sino convertirlo en la condición de nuevas aventuras enaltecedoras del hombre y de este mundo, tal y como Nietzsche proyectó. Pero el nihilismo o ha conducido a la tragedia abyecta en esos intentos o nos ha llevado a la banalidad universal de la sociedad del bienestar actual. El nihilismo o destruye la existencia humana o la empequeñece justo en el sentido en que Nietzsche vislumbró en su profecía del último hombre.
Los intentos de aprovechar el nihilismo para la creación de una grandeza inmanente del hombre han llevado a su consumación como poder criminal negador de la existencia material de los individuos, exterminados a millones. Para que el nihilismo no provoqué la catástrofe parece que hay que dejarlo que siga su curso "debilitador" de toda creencia fuerte dentro de la dinámica disolvente del liberal-capitalismo. De esa manera, según la buena nueva nihilista posmoderna proclamada por el "pensamiento débil", todas las creencias represivas, autoritarias y violentas de la tradición "metafísica" ceden su lugar a la pacificadora insustancialidad  de la falta de sentido posmoderna.
El paso de un Ser metafísico dotado de sentido objetivo último a un Ser posmetafísico que se disuelve en un acontecer productor de un flujo incesante de interpretaciones que anulan todo sentido último presenciable y objetivable sería el arcano filosófico, contenido al parecer en la hermenéutica filosófica, responsable en última instancia de esa transformación liberadora. El juego incesante de las interpretaciones entre las que se desliza hasta desaparecer el sentido sustancial último permite el abandono del Ser como presencia máximamente objetiva, única y totalizadora de la metafísica  y con él de toda sustancialidad máximamente real que haya de imponerse a la insustancialidad última del mero acontecer. Nos vemos ahora libres, en la era posmoderna, de la exigencia universal de la Idea que la metafísica imponía sobre la precariedad del mero acontecer contingente y particular y en sí mismo sin sentido conformador de una sustancialidad fuerte y única. Dentro de esta perspectiva posmoderna del pensamiento débil, el librarnos de la metafísica se inscribe en realidad en el proceso de emancipación del individuo que es solo existencia inerme y precaria sin ninguna universalidad que lo determine objetivamente. Continúa por tanto el pensamiento débil la protesta ,ya iniciada en el existencialismo, de lo individual frente a las totalizaciones universalistas de la razón metafísica objetiva. El acontecer liberado de la metafísica es el acontecer de la vida individual libre de esencialidad metafísica dada por el orden natural objetivo o por el sentido teleólogico objetivo de la historia. La apariencia libre del sentido esencialista de la metafísica, que ya no es tal apariencia sino simplemente única realidad que existe, sin sustancialidad y sin objetividad impuestas por la Idea, es el puro transcurrir de la vida individual sobre la nada de la falta de fundamento objetivo de la conciencia sartreana, que existe meramente sin poseer una esencia previa, o directamente del estar arrojado al mundo heideggeriano. Cuando desaparece el fundamento metafísico lo único que queda es el individuo y su soberanía ontológica absoluta libre de de toda determinación objetiva esencial supraexistencial. El ascenso del nihilismo sería así la buena nueva de la emancipación del individuo, que se libra en su último paso emancipador de la esencialidad metafísica. La desaparición de las creencias y valores que se derivaban prácticamente de la fundamentación metafísica supondría no un proceso de decadencia sino el ascenso emancipador del individuo en su particularidad sin sentido objetivo último.
Pero críticamente este proceso puede ser visto como un proceso en el que, cuando desaparece el Ser sustancial de la metafísica, solo queda al final la banalidad de la vida individual y su bienestar inmune a la exigencia de sacrificio a lo universal metafísico. No queda entonces la grandeza mistérica de un Ser indisponible e inobjetivable, que es solo donación y acontecer, sino que en la realidad social efectiva, con independencia de las elucubraciones que alumbran arcanos filosóficos, se produce una racionalización nihilista de la vida social y económica para conseguir su perfecto funcionamiento utilitario, ante el cual todo valor espiritual y sublimatorio es "irracionalidad".

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