jueves, 24 de marzo de 2022

CONTRA EL ANTIHUMANISMO POSMODERNO

 Hay que seguir reclamando, frente al antihumanismo de lo sub-individual y lo trans-individual,  al individuo con una identidad y una historia claras y fuertes, capaz de constituirse como sujeto autocentrado de oposición y rechazo frente a la modernidad en estado de descomposición (posmodernidad) y de consumación del nihilismo. El individuo no deconstruido sino reconstruido, no “esquizofrénico” sino “neurótico” centrado en la identidad fuerte constituida edípicamente. El individuo con pulsiones no “líquidas” o disgregadas sino con pulsiones fuertes sublimadas. 

                El intento de los filósofos posmodernos de desbaratar el humanismo de la subjetividad fuerte y autocentrada es el último asalto del nihilismo, no su superación por un cuestionamiento del envanecimiento de la subjetividad humana hipertrofiada que sería responsable de la situación de nihilismo práctico destructor material del planeta.

                La subjetividad humanista clásico-burguesa no tiene nada que ver con la historia esgrimida por los posmodernos antihumanistas de una subjetividad convertida en fundamento metafísico del mundo y de la verdad que se habría enseñoreado destructivamente del planeta con la tecnociencia. El imperio maléfico de esta solo puede ser contrarrestado por la subjetividad humanista empeñada en un proceso de autoformación cultural (Bildung) frente a las exigencias de especialización y mecanización anímicas de la formación tecnocientífica. Los posmodernos que, con sus “esquizoanálisis”, “rizomas”, “decosntrucciones” y autodisoluciones en general, quieren terminar de cargarse a  esa subjetividad humanista que busca un proceso de autocentramiento por la formación cultural trabajan a favor de la labor de zapa nihilista del espíritu iniciada en la modernidad. Son sus rematadores y los consumadores de su nihilismo, no sus superadores, tal y como a ellos les gusta presentarse.

                El regreso a la subjetividad humanista clásico-burguesa no significa ningún compromiso con el subjetivismo metafísico idealista, ni con un “gran proyecto” de dominio técnico depredador del mundo. La cuestión del subjetivismo metafísico idealista afecta solo a la “filosofía pura” y nunca se ha traducido en una cultura idealista efectiva en la historia práctico-social. Ha sido precisamente en ese nivel práctico-social donde se ha dado únicamente un “gran proyecto” tecnocientífico  materialista, utilitarista y mecanicista (a pesar de todos sus disfraces pos-mecanicistas en su paradigma científico avanzado) que ha destruido casi por completo la subjetividad humanista clásico-burguesa y del que los posmodernos antihumanistas son cómplices con sus ataques a la individualidad bien conformada y autocentrada. Los posmodernos no son  contradictores de la destrucción tecnocientífica, que antes de ser material ha sido y sigue siendo espirtual, sino sus aliados. El único punto de resistencia a tal destrucción solo puede ser la subjetividad humanista recuperada y erigida en fortaleza individual culturalmente fuerte y eminente frente a los estragos espirituales de la tecnociencia y sus exigencias formativas.

                Los posmodernos antihumanistas no son los sanadores de la patología de la modernidad, ni siquiera quieren serlo, sino que la agravan destruyendo la corriente interna a la modernidad que es la única instancia que puede oponerse a ella: el humanismo del individuo formado como subjetividad, idéntica, centrada y eminente.

                Esta subjetividad en busca de formación superior cultural puede fracasar y aun perecer en el caso de muchos individuos que buscan su consecución, y dar lugar así a fenómenos psicológicos que aparentemente pueden parecerse a los fenómenos posmodernos de la fragmentación, autodisolución y descentramiento. Pero se trata de casos muy diferentes: el fracaso de la subjetividad humanista “clásica” es un fenómeno trágico y romántico que no tiene nada que ver con los fenómenos de sub-individualidad gozosa posmoderna. Esos casos románticos y trágicos son todavía casos donde resplandece el espíritu, la personalidad valiosa más allá de toda inteligencia técnico-instrumental, mientras que los fenómenos posmodernos de autodisolución son fenómenos de destrucción del espíritu en una deriva nihilista que se regocija de su potencial no ya antihumanista, sino directamente enemigo de la humanidad. 

  

    

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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