domingo, 26 de octubre de 2025

A MIS AMADAS LEJANAS Y DAMAS DE MIS PENSAMIENTOS

 A MIS AMADAS LEJANAS Y DAMAS DE MIS PENSAMIENTOS 

(Carta de poliamor cortés)


Creo que he inventado una nueva figura, una nueva forma de manifestación del amor, y son ya muchas las que ha producido Occidente. Ciñéndonos exclusivamente al amor con base sexual, podemos encontrarnos con el amor pasión, amor romántico, amor de verano, amor loco y locura de amor, amor conyugal, amor redentor (la redención por el amor de los dramas musicales de Richard Wagner), amor platónico, amor sensual y más. El amor se constituye, en su concreción efectiva, culturalmente en la historia y su vivencia depende de las orientaciones ideológicas (en el sentido amplio del término) y espirituales de cada época y de cada círculo de cultura. El amor sexual, da igual cuál sea su grado de sublimación y de personalización, no es una función puramente fisiológica, sino una configuración vital constituida culturalmente y variable  en su esencia según las épocas y los lugares. 

Demos la palabra al gran filósofo español José Ortega y Gasset en su prólogo a la traducción española de “El collar de la paloma” de Ibn Hazm de Córdoba, para que nos lo confirme: “Suponer que un fenómeno tan humano como es amar ha existido siempre con idéntico perfil, es creer erróneamente que el hombre posee, como el mineral, el vegetal y el animal, una naturaleza preestablecida y fija, e ignorar que todo en él es histórico. Todo, inclusive lo que en él pertenece efectivamente a la naturaleza, como son sus llamados instintos”.

Pues bien, es sabido que el fruto más excelso, más sublimado y espiritualizado de esa creatividad cultural amorosa de Occidente fue el amor cortés, cuya expresión literaria se extendió por toda Europa  a partir de la poesía de los trovadores provenzales. El amor cortés es un amor espiritualizado y completamente desinteresado, puro en ese sentido (en el sentido que le dio a la expresión el clérigo y místico francés del siglo XVII Fenelón), hacia una dama que simboliza para su amante poeta todo lo elevado, noble e ideal que él es capaz de concebir. La amada se aparece a su amante como un ser dotado de características sagradas, es decir, como un “numen”, como una aparición casi transmundana que provoca sentimientos de reverencia hacia lo misterioso, lo fascinante, lo terriblemente admirable. Y la existencia del obstáculo social que impide la consumación real del amor es condición de posibilidad inexcusable para que haya amor cortés. La dama reverenciada es siempre la amada lejana, inalcanzable, intangible. Como se ve, el amor cortés está en las antípodas del amor burgués socialmente utilitario por su orientación a la procreación.

Pues resulta que en mí se ha producido una fusión entre este tipo sublime de amor perteneciente a una tradición literaria culta de Occidente y lo que al parecer es el último “invento” de la sociedad actual en cuestiones de amor, el llamado “poliamor”, que en principio puede parecer la negación de toda idealidad en el amor. Hay varias mujeres, pertenecientes a distintos estratos de mi memoria sentimental, que para mí representáis la sublimidad inalcanzable y absolutamente pura. De ninguna manera se me ocurriría contaminaros con deseos mundanos carnales. 

Pero por mi inmadurez o por el carácter espurio de mi idealismo vitalista, no consigo concentrar toda mi carga libidinal sublimada en una sola de vosotras, sino que formáis una pluralidad de bellezas y de sana sensualidad inocente adoradas por mí.  

El sujeto de mi poliamor cortés hacia vosotras es el espíritu y el espíritu piensa lo más profundo y por eso, como dijo Hölderlin, ama lo más vivo. Y lo más vivo sois vosotras, las mujeres hermosas que por diferentes contingencias psicológicas  de la existencia habéis adquirido para mí un valor emocional sublimado, imborrable sea cual sea hoy vuestra situación en la vida y vuestro estado civil.

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