Una vez le oí decir a una de ciencias, que no no debía de haber visto en su vida ni
por el forro un libro de filosofía que no fuera un libro de texto, que
la filosofía era una "cosa de empollar". También conocí a un matemático
que, hablando una vez de este tema de las ciencias y las humanidades,
decía: "Porque por ejemplo un filósofo como Julio Verne...".
Otro
matemático que conocí decía que lo de que la filosofía tiene que ver con
las matemáticas era una idea peregrina de los filósofos para darse
importancia. Decir esto supone no haber ni oído hablar de los
pitagóricos e ignorar por completo en qué consiste la operación filosófica
intentada por Platón, por no hablar de la significación de Descartes y
el racionalismo moderno. Por cierto, a todo un señor rector o
vicerrector de una Universidad, profesor de Quimica, le oí decir en la
inaguración de un congreso nada menos que sobre Spinoza que la filosofía
era una "ciencia blanda". Otra cosa distinta es que los proletarios del
saber filosófico no sepamos matemáticas, pero no hay que confundir esto
con la significación objetiva de la filosofía.
Pero pongo aquí sólo
estos ejemplos de incultura científica sin más argumentaciones, que
reservo para un posible "Discurso sobre las ciencias y las letras" al
que le estoy dando vueltas en la cabeza, cual redivivo don Quijote (que,
como se recordará, se marca en la inmortal novela de Cervantes un
enjundioso "Discurso sobre las armas y las letras"). Una de las
cuestiones que intentaré tratar en este discurso será la de que tal vez
la ignorancia humanística de la mayoría de los científicos no sea un
accidental problema cultural o educativo, sino que tal vez pueda venir
dada necesariamente por la propia esencia metodológica de la ciencia.