lunes, 24 de marzo de 2014

Recuerdos de la época de Adolfo Suárez como presidente del gobierno

Cuando Adolfo Suárez llegó a la presidencia del gobierno de España en junio de 1976, yo tenía siete años y cuando fue aprobada en referéndum la Ley de Reforma  Política, en diciembre del mismo año, ya había cumplido los ocho.
Los que vivimos nuestra infancia enmarcada por los acontecimientos de la Transición pudimos experimentar las sensaciones del vivir histórico de una manera que no han conocido las generaciones posteriores.
Nos cuenta Didier Eribon en su biografía del filósofo francés Michel Foucault que este declaró en una entrevista lo siguiente refiriéndose a su infancia:
"Lo que me sorprende, cuando trato de recordar mis impresiones, es que casi todos mis recuerdos emocionales están ligados a la situación política. Recuerdo haber experimentado uno de mis primeros grandes temores cuando los nazis asesinaron al canciller Dolfus en 1934, creo. Es algo que ahora nos parece muy lejano. Pero recuerdo muy bien que me impresionó mucho. (...) También recuerdo los refugiados que llegaban de España. Pienso que para los chicos y chicas de mi generación estos grandes acontecimientos históricos moldearon mi infancia (...) Mucho más que la vida familiar son estos acontecimientos que implican al mundo lo que conforma la sustancia de nuestro recuerdo. Digo "nuestro" porque estoy seguro de que la mayoría de chicos y chicas experimentaron lo mismo en aquella circunstancia. (...) Tal vez sea éste el motivo por el cual estoy fascinado por la historia y por la relación entre la experiencia personal y estos acontecimientos a los que estamos sometidos".
Los que vivimos de niños la Transición en España podríamos decir algo parecido, salvando las distancias entre la transcendencia internacional de los acontecimientos que vivimos nosotros y los que vivió Foucault de niño.Y como él, también estoy convencido de que no se trata de algo que me afectara solo a mí, sino que fue la experiencia de toda una generación, que sin duda por esa experiencia temprana de lo político siempre tendrá una relación especial con lo histórico.
La elección por el Rey de Adolfo Suárez como presidente del gobierno fue acogida con mucha desconfianza por parte de lo que por aquel entonces era todavía la oposición democrática al régimen que Franco había dejado al morir. Recuerdo perfectamente que oí en mi casa el comentario "Ha ganado el Búnker" dicho por mi padre, que por aquel entonces era un hombre con una conciencia democrática bastante avanzada. Yo no sabía muy bien lo que era el Búnker, palabra que recuerdo que me intrigaba. Se trataba del nombre que la prensa de simpatías democráticas daba al grupo de los franquistas más recalcitrantes empeñados en la pervivencia del  sistema no democrático.
Cuando llegaron las vísperas del referéndum sobre la Ley de Reforma Política empezaron a sonarme los términos enfrentados de "democracia orgánica" y "democracia inorgánica". Lo de "democracia orgánica" era el peculiar término promocionado por los franquistas para defender su sistema político. Pasado el tiempo, mi impresión es que a mucha gente perteneciente a lo que se ha llamado "franquismo sociológico" le despistó el hecho de que la reforma política fuera pedida por alguien, como Suárez, que procedía del Movimiento Nacional( el partido único de Franco) y también el que los partidos de la izquierda, todavía en la clandestinidad y empeñados en lo que se llamaba la ruptura frente a la reforma, pidieran la abstención en el referéndum, lo cual colaboró a la victoria en él de la ley que desmontaba el sistema político franquista.
Del periodo inmediatamente posterior al referéndum, el periodo de preparación de las elecciones a Cortes constituyentes ( junio de 1977), todavía recuerdo la "sopa de letras", como se decía entonces, de las siglas de los numerosos partidos políticos de todos los colores que se presentaron a ellas. No guardo ningún recuerdo concreto del día, Sábado Santo de 1977, de la legalización del Partido Comunista, que tanta zozobra causó. Sí recuerdo que en días posteriores un familiar de mi madre, unos pocos años mayor que yo, me enseñó unas coplillas que había escrito dedicadas a glosar jocosamente el escándalo habido entre las beatas de mi pueblo ante la decisión personal de Suárez de dar luz verde a dicha legalización. También tengo que decir que tal medida de profundización del proceso democrático fue el primer motivo que impulsó que la conciencia democrática de mi padre a la que antes me refería se fuera enfriando. Recuerdo el comentario de que tal medida no era necesaria para el desarrollo del proceso de transición a la democracia porque en Alemania Occidental, por ejemplo, el partido comunista no era legal.
Cuando comenzó el proceso de redacción de la Constitución esa deriva derechista de "desencanto", palabra que por entonces también se propagó, de mi padre se vio impulsada de manera importante por el asunto del diseño del Estado de las Autonomías. Estos días se ha dicho varias veces que al propio Suárez le preocupaba por aquel tiempo el tema de la unidad de España, y que, a pesar de todo, ella quedara garantizada suficientemente en el texto constitucional.
En vísperas del intento de golpe de Estado del 23-F de 1981 se había enfriado bastante, por no decir que casi había desaparecido la conciencia democrática de mi padre, que había sido claramente antifranquista y, por ejemplo, había estado suscrito a la revista de oposición al régimen  del general "Cuadernos para el Diálogo", de importante nivel teórico. La colección encuadernada de  esta revista me iba a servir a mí, llegada mi adolescencia, para una primera aproximación intelectual al izquierdismo.
Hay que decir que en la época de la crisis y el declive de la Unión de Centro Democrático (el partido fundado por Suárez y que él seguía liderando), con posterioridad a las primeras elecciones constitucionales de marzo de 1979, yo también había llegado a ser un terrible niño de derechas. Pero no más que los otros niños del grupo de amigos de la escuela, la mayoría de los cuales frecuentaba por aquellas fechas la sede del partido ultraderechista Fuerza Nueva, como simpatizantes o miembros de su sección infantil. Como digo, ello era por el año 1979, el de las primeras elecciones democráticas constitucionales, en las que Blas Piñar, el líder del mencionado partido franquista, consiguió un escaño en el Congreso de los Diputados. Yo no llegué a tanto como los compañeros de la escuela, porque en mi casa, a pesar de todo, no me lo habrían permitido. En mi familia existían una serie de contradicciones políticas que sencillamente no existían en otras familias de mi entorno social donde predominaba sin más el derechismo "de toda la vida".
En general, existía por aquel entonces en amplios sectores sociales populares sensación de incertidumbre y de miedo, que era sobre todo aumentado por el azote terrorista y por la persistente amenaza golpista, que era claramente un efecto provocado y buscado por el terrorismo. Hacia el año 1980 los atentados en el País Vasco, principalmente contra policías y guardias civiles, se sucedían con un intervalo medio de dos o tres días. A ello empezaron a sumarse atentados contra militares de alta graduación en Madrid. Parece claro que la estrategia terrorista buscaba provocar una involución política que alimentara la espiral acción-represión-acción que los terroristas expresamente habían teorizado en sus documentos.
Decía al principio que en aquellos años los niños del medio social de mi entorno teníamos una receptividad y una sensibilidad para los acontecimientos políticos impensables en niños de generaciones posteriores a la Transición. En general, la sociedad de entonces estaba mucho más ideologizada que la actual. En la familia las tertulias políticas eran frecuentes, cosa que desapareció después, cuando empezaron a ponerse de moda las tertulias de periodistas  en la radio. La costumbre de la Transición de hablar de política en familia era desde luego mucho mejor para la higiene ideológica y mental en general que el hábito de escuchar en la radio esas tertulias de periodistas que empezaron a propagarse hacia la segunda mitad de la época felipista.  Yo recuerdo que algunas veces era invitado por mis familiares a abandonar  el lugar donde ellos hablaban de política  y yo escuchaba con enorme atención e interés, pues aquellas no eran "cosas de niños", lo cual casi puede decirse que me traumatizaba.
Sobre todo,  en aquella época existía una izquierda mucho más viva que la actual en lo que se ha dado en llamar sociedad civil, y además una izquierda que tenía, o al menos así aparecía ante los ojos de los que estábamos derechizados, intenciones de transformación social radical. Recuerdo que mi padre, cuando ya había comenzado su proceso de derechización cada vez más radical, reprochó a un familiar lejano que se había hecho del PSOE que  el programa de su partido era "revolucionario", a lo que el pariente lejano solo contestó que "revolución" no tenía por qué ser sinónimo de violencia y muerte. Recuerdo perfectamente todo el revuelo que se formó en el PSOE cuando Felipe González, creo que por la primavera del 1979 ( al haber perdido las elecciones que volvió a ganar Suárez), trató de eliminar el "marxismo" de los principios teóricos del partido. Llegó a dimitir como secretario general de dicho partido pero poco tiempo después volvió triunfalmente, pues ya se sabía por todo el mundo que era una baza electoral insustituible de la socialdemocracia española.
Adolfo Suárez fue sobre todo un héroe de la implantación y consolidación de la normalidad política burguesa en España. Su frase más afortunada fue sin duda la de "Quiero hacer políticamente normal lo que al nivel de la calle es normal". No quiero ahora entrar en la discusión de la valoración de sus obra política ni entrar a considerar la tendencia de la izquierda actual más radical que pone en tela de juicio el sentido y valor democráticos de la llamada Transición. Sólo he querido evocar unos tiempos que tuve la fortuna de poder vivir en una época en que se va descubriendo poco a poco con admiración el mundo de "las cosas de los mayores".