viernes, 14 de noviembre de 2014

ABANDONO DEL LOCALISMO DAIMIELEÑO

Romper el hechizo daimieleño, la preocupación por los temas y las gentes de Daimiel. Dedicarme a cuestiones de valor universal y, como el platónico Teeteto hacía en relación a los humanos en general, no acordarme ni de la existencia de los daimieleños.
Desde mi adolescencia vengo arrastrando un complejo de sentimientos ambivalentes en relación a Daimiel, su ambiente cultural y sus gentes, intensificado por una fijación sentimental y libidinal en algunas mujeres representativas de lo daimieleño. Hay que romper definitivamente este hechizo psicológico y pasar a ignorar a todo lo daimieleño y a los daimieleños y daimieleñas.
Tiene que importarme muy poco qué piensen ellos de mí y tengo que dejar de buscar su reconocimiento, que solo puede aportar una satisfacción objetivamente de muy escaso valor y meramente compensadora de la falta de satisfacciones auténticamente valiosas.
Que los daimieleños me vean como un "chalao", como un "intelectual" peligroso o como un simple infeliz tiene que importarme muy poco.
Tengo que dejar de envenenarme psíquicamente con el desprecio hacia la pequeña burguesía provinciana de Daimiel mezclado de manera ambivalente con la nostalgia de su mundo cultural como un  mundo cultural exento de los problemas que trae consigo la individualización intelectual e ideológica y que tendría la fuerza elemental y poderosa de lo que carece de preocupación filosófica.

Estoy harto del localismo daimieleño y de la exaltación (Blut und Boden) de las señas de identidad daimieleñas, entre las cuales me he enterado de que se haya, y de manera esencial, la "mascara guarrona". Ni Tablas, ni brujas, ni Manola, ni Motillas, ni chuchos  y borregos, ni Virgen de las Cruces, ni máscaras guarronas; abomino de todo eso.
El localismo cultural de los pueblos es como un canto de sirenas consolador de fracasos intelectuales en los terrenos culturales y políticos que verdaderamente importan y que marcan realmente nuestro presente. Yo me propongo firmemente no volver a mezclarme en temas localistas absolutamente intrascendentes para consolarme de mis fracasos en los temas que verdaderamente importan. No quiero volver a saber nada de Daimiel y de su historia y cultura. Participaré, con mucha desgana, en la mesa redonda sobre el mal de ojo porque ya no puedo echarme atrás pero no voy a volver a participar en ningún acto cultural localista y si no puedo dedicarme a nada más importante me consolaré con otras cosas que la vida actual pone a  nuestra disposición.

Me temo que al Fin de Semana "Daimiel, pueblo de brujas", dentro del cual se ha programado la citada mesa redonda sobre el mal de ojo, vienen horterillas culturales aficionados a temas ocultistas y parapsicológicos y por el estilo y eso puede provocar una marejada dialéctica o, tal vez, un "choque de trenes" dada mi presencia en ella. Espero no perder los nervios.

El fracaso esencial de mi vida se manifiesta principalmente en que no he sabido superar la fijación con el ambiente cultural daimileño y con la sociedad daimileña y la ambivalencia hacia ellos. Aparte de que no he sido capaz  de superar práctico-materialmente mi pertenencia vecinal a la circunstancia daimieleña.