Raíz ensangrentada de la Pasión celestial,
honda en la tierra del suelo natal,
se hace oscura la luz inmortal,
cruz, muerte y sangre, cáliz de dolor,
sensualidad trágica del fervor,
primavera de espinas y flagelación,
solemnidad amarga de oblación,
profundidad de la vida y de la muerte,
del alma en oración que se entristece
por la agonía del Puro sufriente,
pecado y corrupción en noche grave
de Redención de la maldita carne.
Es el Sí de Dios frente a un No ancestral
que ahora ya no se nos imputará.
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