sábado, 31 de mayo de 2014

Ejemplos de pervivencias actuales de la mentalidad inquisitorial

Sería equivocado,a nuestro parecer, además de inútil, intentar relativizar el juicio moral condenatorio de las actividades de la Inquisición. No pretendemos aquí, en lo que diremos, eso, ni mucho menos. Simplemente pretendemos ir más allá del simple juicio moral condenatorio de la Inquisición, porque sobre él ya no es necesario insistir ya que existe un consenso social, puede decirse que absoluto, alrededor del mismo.
Señalaremos solo que se debe tener en cuenta que hoy también existen aparatos ideológicos de control social. A título de ejemplo podemos indicar que el médico norteamericano Thomas S. Szasz, pionero de lo que en su día se llamó la Antipsiquiatría, ha establecido en su libro "La fabricación de la locura", y anteriormente también en "El mito de la enfermedad mental", un paralelismo entre los procedimientos categorizadores de la enfermedad mental utilizados por la psiquiatría moderna y los procedimientos de la Inquisición para establecer los delitos de herejía y brujería.
En segundo lugar quisiéramos también indicar algo sobre la pervivencia de la mentalidad inquisitorial en la actualidad dentro de lo que podemos llamar ideología popular.
A pesar de lo indicado más arriba a propósito de Thomas S. Szasz, creemos nosotros que la "locura" como categoría inquisitorial estigmatizadora funciona hoy más al nivel de la ideología popular que al nivel de la psiquiatría clínica.
El tachar despectivamente a alguien de "intelectual" para hacer recaer sobre él la sospecha y el resentimiento también puede considerarse un rasgo inquisitorial.
También es posible encontrar pervivencias de la mentalidad inquisitorial en los nacionalismos o localismos identitarios y excluyentes. Lo que ocurre es que siempre que se hace la crítica del nacionalismo se suele pensar en el nacionalismo de los otros y no en el nacionalismo propio o del país de donde uno procede. La actitud identitaria y excluyente que dictamina quién es el auténtico miembro de la propia comunidad es una actitud inquisitorial, pero esto ocurre igualmente cuando se dictamina quién es el verdadero vasco o catalán que cuando se dictamina quién es el verdadero español o el verdadero daimieleño...
Durante mucho tiempo en España existió una actitud inquisitorial por parte de las instancias oficiales y de buena parte de la población hacia el izquierdismo político, pero hoy, en lo que el historiador norteamericano Stanley G. Payne llama uso hiperinflacionario de término "fascista", puede rastrearse una actitud inquisitorial hacia los que no comparten la ortodoxia demoliberal.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Breve nota de protesta contra el persistente plebeyismo español

El plebeyismo, el gusto por lo vulgar y el odio y el resentimiento hacia el que no lo es con el pretexto de identificación con el sano y humilde pueblo ; ese plebeyismo contra el que nos previno Ortega y Gasset y que según él habría dominado el alma española desde el siglo XVIII sigue siendo hoy, también en palabras del mismo filósofo español, el más insufrible de los tiranos y sigue siendo una nota característica de mucha gente en España que cae complacientemente en él con la excusa de que así manifiesta su democratismo y que lo utiliza como arma de un localismo filisteo y enemigo, siempre por resentimiento, de toda vida selecta.

jueves, 8 de mayo de 2014

A una dama de la que el poeta estuvo enamorado (1999)

A una dama de la que el poeta estuvo enamorado
                                   (1999)

Atípica burguesa no querías,
tras pecado de tu creyente amado
e infrecuente de la goma fallo,
acudir a la urgente vicaría.

Pero ahora ya con niño y futbolero,
aunque leas a Delibes todavía,
maruja vulgar eres objetiva,
y aunque ciencia estudiaras largo tiempo.

Eres de frívolo temperamento,
pues cuando malhablada me dijiste
lo mucho que te gusta tu galeno

también entonces allí me admitiste
que a ese tu aplicado filisteo
sin amarlo primero lo elegiste.

viernes, 18 de abril de 2014

JESUCRISTO Y EL MITO

Jesús de Nazaret fue un profeta apocalíptico judío mesiánico-político de corte davídico que creyó en la inminencia de la llegada del Reino de Dios a la Tierra o a su pueblo. Jesucristo es una construcción mitológica postpascual de la comunidad de creyentes de los primeros cristianos. Que sea un mito no quiere decir simplemente que sea mentira, pues el mito es expresión de los deseos y aspiraciones más enraizadas del alma humana y de su estructura psicológica profunda y lugar privilegiado de lo esencial humano. Que sea una Revelación es otro cantar. Como dice el por otro lado poco recomendable, por ser teórico del racismo, H.S. Chamberlain, yerno de Richard Wagner, “los mitos no son simplemente un recurso para salir del paso y llenar lagunas, aquí y allí, sino el elemento fundamental que lo informa todo”. O como también ha sido expresado por el filósofo existencialista Karl Jaspers: “El mito es, pues, el lenguaje inexcusable de la verdad trascendente. La creación del auténtico mito es el verdadero esclarecimiento. Este mito alberga dentro de sí la razón y se halla bajo el control de la razón. Por medio del mito, por medio del símbolo y la imagen, adquirimos nuestra conciencia más profunda del límite”.

El autor moderno que más ha insistido en la importancia vital y política del mito ha sido Georges Sorel (gran admirador de la Iglesia católica como institución, por cierto), el ingeniero sublime como yo le llamo, creador de lo que podríamos llamar un marxismo irracionalista antiintelectualista, antipacifista, antiprogresista y antirreformista, que veía en la lucha sindical obrera de su tiempo, con su mito de la huelga general, ante todo un revulsivo contra la decadencia burguesa. Para Sorel un ejemplo histórico de la fuerza y grandeza del mito estaba representado por el movimiento triunfante de los primeros cristianos.    

jueves, 10 de abril de 2014

"Supraesencial"

"SUPRAESENCIAL"

Según algunos Dios es un Ser "supraesencial", una cosa  muy mística, muy de metafísica sublime y muy bonita.
Pero luego resulta que esa "supraesencia" se concreta hasta el punto de decretar que los domingos hay que ir a misa,que  si no le cuentas tu pecados a un cura no te serán perdonados, que los viernes de Cuaresma no hay que comer carne, que no hay que mantener relaciones sexuales antes de que un cura os eche la bendición a ti y a tu pareja, y otras tantas cosas por el estilo.

¿Y cómo le rezan los de la "supraesencia " a su Dios?  ¿ Y cómo es que esa "supraesencia" tan sublime metafísicamente, tan inefable, decidió encarnarse y pudo hacerlo?

¿Creen estos en el mismo Dios que los creyentes "de a pie" o son beneficiarios de una "gnosis" solo al alcance de mentes "suprafilosóficas" pero al mismo tiempo lo suficientemente bien amuebladas para ser capaces de hacer una tesis doctoral?

Me parece que estos de la "supraesencia" son de los que "buscan a Dios", pero están atrapados en una ideología de instrumentalización humana y mundana de lo sagrado como la copa de un pino: el catolicismo. Sobre lo de buscar a Dios, un compañero mío  de Facultad decía: quien busque a Dios  lo va a encontrar, o sea, como,les decía Lacan a los del 68: si queréis un amo lo vais a tener.


Bueno, me leeré el libro de mi paisano Ángel Vicente Valiente Sanchez-Valdepeñas "Supraesencial. El encuentro de la filosofía neoplatónica y el cristianismo en el Corpus Dionysiacum", que seguro que con gran erudición da respuesta a mi ignorancia filosófica y religiosa sobre las cuestiones planteadas.

sábado, 5 de abril de 2014

Breve noticia acerca de un libro recién publicado sobre D. Tiburcio Ruiz de la Hermosa(1875-1959), párroco daimieleño.

Ha sido publicado recientemente un libro biográfico ( su autora es  Maria de los Ángeles Martín de Almagro)sobre la figura de D. Tiburcio  Ruiz de la Hermosa ( 1875-1919), sacerdote daimieleño que dejó en el pueblo una persistente fama de santidad por su sencillez y bondad, manifestadas tanto en una abnegada labor caritativa como en la atención y dedicación prestadas a las necesidades religiosas de sus feligreses. Por la lectura de este libro me entero que ha sido denegada fulminantemente por parte de las autoridades eclesiásticas romanas la apertura del proceso de su beatificación. El tema me interesa bastante aunque sea solo desde un punto de vista antropológico y sociológico, dado mi interés creciente por todos los asuntos religiosos tomados como partes integrantes de un "fenómeno cultural" de primer orden, tal y como suele decirse en estos casos. Por algunas anécdotas que se cuentan en este libro he podido comprobar que D. Tiburcio tenía una conciencia favorable bastante clara sobre la idea de libertad religiosa, cosa no muy frecuente en la España de su época. Por ejemplo, parece ser que unos agricultores procedentes de Zamora compraron una finca en Daimiel y al ser protestantes eran vigilados por las autoridades en tiempos del Estado confesional. Don Tiburcio se desplazó hasta el Gobierno Civil para defender  el derecho de los zamoranos a tener sus propias creencias religiosas y para que no los tratarán con desconfianza. Pero además también se nos cuenta que D. Tiburcio fue gran amigo de un vecino del pueblo de origen francés que profesaba la religión judía y que incluso, dato desde luego sorprendente, cuando murió una hija de este vecino el párroco manchego no tuvo inconveniente en hacer las veces de rabino, actuando en un rito funerario con los correspondientes cantos y con su "casquete" (kipá) en la cabeza.
Este asunto me planeta algunos interrogantes:
¿Qué influencia en la negativa a su beatificación ha podido tener el que durante la Guerra Civil no alcanzará la palma del martirio sino que fuera protegido por el mismísimo "Comité Revolucionario" de Daimiel debido a la buena fama que tenía entre todo tipo de elementos políticos del pueblo, principalmente por su constante labor caritativa?
¿Qué papel puede jugar en todo este casó el asunto de "la Josefilla", una vecina del pueblo de gran piedad a la que D. Tiburcio reconoció, en el único escrito que de él se conoce, haber recibido la gracia de tener revelaciones privadas? La fama de santidad de "la Josefilla" ha originado en el pueblo un culto popular a su memoria que es una manifestación de religiosidad popular interesantísima y que mercería ser objeto de un estudio antropológico sin fines confesionales.
¿Es incompatible con la santidad el gesto digamos que de generosidad interconfesional que tuvo con su amigo judío?
Leo también en el libro recién publicado que la figura de D.Tiburcio tenía relación con un tema que a mí personalmente me apasiona, el de las creencias apocalípticas. Hacía al final de su vida parece que tenía una clara inclinación hacia este tipo de ideas e incluso anteriormente, hacia el final de los años cuarenta, dio pábulo en un sermón a una profecía sobre el final del mundo, causando el comprensible temor entre sus feligreses. Mucha gente del pueblo llenó su casa de velas y agua bendita y algún bromista tiró petardos y soltó globos el día anunciado por tal profecía como día último de la Creación.




lunes, 24 de marzo de 2014

Recuerdos de la época de Adolfo Suárez como presidente del gobierno

Cuando Adolfo Suárez llegó a la presidencia del gobierno de España en junio de 1976, yo tenía siete años y cuando fue aprobada en referéndum la Ley de Reforma  Política, en diciembre del mismo año, ya había cumplido los ocho.
Los que vivimos nuestra infancia enmarcada por los acontecimientos de la Transición pudimos experimentar las sensaciones del vivir histórico de una manera que no han conocido las generaciones posteriores.
Nos cuenta Didier Eribon en su biografía del filósofo francés Michel Foucault que este declaró en una entrevista lo siguiente refiriéndose a su infancia:
"Lo que me sorprende, cuando trato de recordar mis impresiones, es que casi todos mis recuerdos emocionales están ligados a la situación política. Recuerdo haber experimentado uno de mis primeros grandes temores cuando los nazis asesinaron al canciller Dolfus en 1934, creo. Es algo que ahora nos parece muy lejano. Pero recuerdo muy bien que me impresionó mucho. (...) También recuerdo los refugiados que llegaban de España. Pienso que para los chicos y chicas de mi generación estos grandes acontecimientos históricos moldearon mi infancia (...) Mucho más que la vida familiar son estos acontecimientos que implican al mundo lo que conforma la sustancia de nuestro recuerdo. Digo "nuestro" porque estoy seguro de que la mayoría de chicos y chicas experimentaron lo mismo en aquella circunstancia. (...) Tal vez sea éste el motivo por el cual estoy fascinado por la historia y por la relación entre la experiencia personal y estos acontecimientos a los que estamos sometidos".
Los que vivimos de niños la Transición en España podríamos decir algo parecido, salvando las distancias entre la transcendencia internacional de los acontecimientos que vivimos nosotros y los que vivió Foucault de niño.Y como él, también estoy convencido de que no se trata de algo que me afectara solo a mí, sino que fue la experiencia de toda una generación, que sin duda por esa experiencia temprana de lo político siempre tendrá una relación especial con lo histórico.
La elección por el Rey de Adolfo Suárez como presidente del gobierno fue acogida con mucha desconfianza por parte de lo que por aquel entonces era todavía la oposición democrática al régimen que Franco había dejado al morir. Recuerdo perfectamente que oí en mi casa el comentario "Ha ganado el Búnker" dicho por mi padre, que por aquel entonces era un hombre con una conciencia democrática bastante avanzada. Yo no sabía muy bien lo que era el Búnker, palabra que recuerdo que me intrigaba. Se trataba del nombre que la prensa de simpatías democráticas daba al grupo de los franquistas más recalcitrantes empeñados en la pervivencia del  sistema no democrático.
Cuando llegaron las vísperas del referéndum sobre la Ley de Reforma Política empezaron a sonarme los términos enfrentados de "democracia orgánica" y "democracia inorgánica". Lo de "democracia orgánica" era el peculiar término promocionado por los franquistas para defender su sistema político. Pasado el tiempo, mi impresión es que a mucha gente perteneciente a lo que se ha llamado "franquismo sociológico" le despistó el hecho de que la reforma política fuera pedida por alguien, como Suárez, que procedía del Movimiento Nacional( el partido único de Franco) y también el que los partidos de la izquierda, todavía en la clandestinidad y empeñados en lo que se llamaba la ruptura frente a la reforma, pidieran la abstención en el referéndum, lo cual colaboró a la victoria en él de la ley que desmontaba el sistema político franquista.
Del periodo inmediatamente posterior al referéndum, el periodo de preparación de las elecciones a Cortes constituyentes ( junio de 1977), todavía recuerdo la "sopa de letras", como se decía entonces, de las siglas de los numerosos partidos políticos de todos los colores que se presentaron a ellas. No guardo ningún recuerdo concreto del día, Sábado Santo de 1977, de la legalización del Partido Comunista, que tanta zozobra causó. Sí recuerdo que en días posteriores un familiar de mi madre, unos pocos años mayor que yo, me enseñó unas coplillas que había escrito dedicadas a glosar jocosamente el escándalo habido entre las beatas de mi pueblo ante la decisión personal de Suárez de dar luz verde a dicha legalización. También tengo que decir que tal medida de profundización del proceso democrático fue el primer motivo que impulsó que la conciencia democrática de mi padre a la que antes me refería se fuera enfriando. Recuerdo el comentario de que tal medida no era necesaria para el desarrollo del proceso de transición a la democracia porque en Alemania Occidental, por ejemplo, el partido comunista no era legal.
Cuando comenzó el proceso de redacción de la Constitución esa deriva derechista de "desencanto", palabra que por entonces también se propagó, de mi padre se vio impulsada de manera importante por el asunto del diseño del Estado de las Autonomías. Estos días se ha dicho varias veces que al propio Suárez le preocupaba por aquel tiempo el tema de la unidad de España, y que, a pesar de todo, ella quedara garantizada suficientemente en el texto constitucional.
En vísperas del intento de golpe de Estado del 23-F de 1981 se había enfriado bastante, por no decir que casi había desaparecido la conciencia democrática de mi padre, que había sido claramente antifranquista y, por ejemplo, había estado suscrito a la revista de oposición al régimen  del general "Cuadernos para el Diálogo", de importante nivel teórico. La colección encuadernada de  esta revista me iba a servir a mí, llegada mi adolescencia, para una primera aproximación intelectual al izquierdismo.
Hay que decir que en la época de la crisis y el declive de la Unión de Centro Democrático (el partido fundado por Suárez y que él seguía liderando), con posterioridad a las primeras elecciones constitucionales de marzo de 1979, yo también había llegado a ser un terrible niño de derechas. Pero no más que los otros niños del grupo de amigos de la escuela, la mayoría de los cuales frecuentaba por aquellas fechas la sede del partido ultraderechista Fuerza Nueva, como simpatizantes o miembros de su sección infantil. Como digo, ello era por el año 1979, el de las primeras elecciones democráticas constitucionales, en las que Blas Piñar, el líder del mencionado partido franquista, consiguió un escaño en el Congreso de los Diputados. Yo no llegué a tanto como los compañeros de la escuela, porque en mi casa, a pesar de todo, no me lo habrían permitido. En mi familia existían una serie de contradicciones políticas que sencillamente no existían en otras familias de mi entorno social donde predominaba sin más el derechismo "de toda la vida".
En general, existía por aquel entonces en amplios sectores sociales populares sensación de incertidumbre y de miedo, que era sobre todo aumentado por el azote terrorista y por la persistente amenaza golpista, que era claramente un efecto provocado y buscado por el terrorismo. Hacia el año 1980 los atentados en el País Vasco, principalmente contra policías y guardias civiles, se sucedían con un intervalo medio de dos o tres días. A ello empezaron a sumarse atentados contra militares de alta graduación en Madrid. Parece claro que la estrategia terrorista buscaba provocar una involución política que alimentara la espiral acción-represión-acción que los terroristas expresamente habían teorizado en sus documentos.
Decía al principio que en aquellos años los niños del medio social de mi entorno teníamos una receptividad y una sensibilidad para los acontecimientos políticos impensables en niños de generaciones posteriores a la Transición. En general, la sociedad de entonces estaba mucho más ideologizada que la actual. En la familia las tertulias políticas eran frecuentes, cosa que desapareció después, cuando empezaron a ponerse de moda las tertulias de periodistas  en la radio. La costumbre de la Transición de hablar de política en familia era desde luego mucho mejor para la higiene ideológica y mental en general que el hábito de escuchar en la radio esas tertulias de periodistas que empezaron a propagarse hacia la segunda mitad de la época felipista.  Yo recuerdo que algunas veces era invitado por mis familiares a abandonar  el lugar donde ellos hablaban de política  y yo escuchaba con enorme atención e interés, pues aquellas no eran "cosas de niños", lo cual casi puede decirse que me traumatizaba.
Sobre todo,  en aquella época existía una izquierda mucho más viva que la actual en lo que se ha dado en llamar sociedad civil, y además una izquierda que tenía, o al menos así aparecía ante los ojos de los que estábamos derechizados, intenciones de transformación social radical. Recuerdo que mi padre, cuando ya había comenzado su proceso de derechización cada vez más radical, reprochó a un familiar lejano que se había hecho del PSOE que  el programa de su partido era "revolucionario", a lo que el pariente lejano solo contestó que "revolución" no tenía por qué ser sinónimo de violencia y muerte. Recuerdo perfectamente todo el revuelo que se formó en el PSOE cuando Felipe González, creo que por la primavera del 1979 ( al haber perdido las elecciones que volvió a ganar Suárez), trató de eliminar el "marxismo" de los principios teóricos del partido. Llegó a dimitir como secretario general de dicho partido pero poco tiempo después volvió triunfalmente, pues ya se sabía por todo el mundo que era una baza electoral insustituible de la socialdemocracia española.
Adolfo Suárez fue sobre todo un héroe de la implantación y consolidación de la normalidad política burguesa en España. Su frase más afortunada fue sin duda la de "Quiero hacer políticamente normal lo que al nivel de la calle es normal". No quiero ahora entrar en la discusión de la valoración de sus obra política ni entrar a considerar la tendencia de la izquierda actual más radical que pone en tela de juicio el sentido y valor democráticos de la llamada Transición. Sólo he querido evocar unos tiempos que tuve la fortuna de poder vivir en una época en que se va descubriendo poco a poco con admiración el mundo de "las cosas de los mayores".