(Trabajo realizado hacia la segunda mitad de los años 90)
El proyecto desarrollado por Habermas en Conocimiento e Interés consiste en el
planteamiento consiste en una reconstrucción de la teoría del conocimiento que
salve el reduccionismo metodológico-cientificista a que ha conducido el
positivismo, responsable del
ocultamiento del auténtico y esencial sentido, sólo filosóficamente
desentrañable, del conocimiento, que éste inexcusablemente posee en tanto que
proyecto y empresa racionales mantenidos por el hombre occidental durante un
prolongado intervalo temporal de búsqueda de la verdad. Ese sentido es poseído
por el conocimiento en tanto que ciencia europea. Ésta no puede ser abstraída
del proceso formativo de la humanidad en su conjunto, entendido como el
constante avance en una maduración racional de fines emancipatorios, cualquiera
que sea el sentido, seguramente político-trascendental, en que sea entendido
este carácter. Se trata , pues, de indagar en el sentido racional de la
ciencia, evitando una interpretación del conocimiento en ella plasmado hecha
desde el estrecho marco de la epistemología positivista, que toma como modelo
para todo conocimiento efectivo las ciencias naturales presentadas desde una
óptica metodológico-proposicionalista que las reduce a máquina imparable de
obtención de verdaes que se limitan a reflejar hechos considerados como datos
últimos (objetivismo).
Por
tanto el Habermas de Conocimiento e
Interés se nos aparece como heredero directo del Husserl de La Crisis de la Ciencias europeas . Se
trata de salvar el sentido d ela ciencia como proyecto racional. Para ello es
necesario ver en ella una plasmación del conocimiento que no reduzca el alcance
de éste en el sentido positivista. Somos invitados a pasar de la metodología de
la ciencia natural a dilucidación del trasfondo filosófico del conocimiento,
trasfondo que es el único garante, como ya ha quedado sentado desde Kant, de su
posibilidad, su validez y, ahora también, de su papel directriz en el proceso
de crecimiento racional de la humanidad. Para llevar a cabo esta empresa,
Habermas también se nos descubre como continuador de una amplia y conocida
tradición alemana. Pero lo que en ella podía aparecer como una simple
matización metodológica tendrá ahora ciertamente un mayor alcance: no se trata
de responder a la unilateralidad positivista estableciendo un dualismo de
métodos, ambos situados en el mismo plano de legitimidad al servir a sendos intereses igualmente
necesarios para el sujeto, pero totalmente opuestos en cuanto a su sentido;
pues Habermas perseguirá remontarse hasta una esfera metametodológica de ese
mismo interés que se convierte en condición de posibilidad de todo conocimiento
en general. En Habermas antes de la diversidad de intereses está la unidad del
sentido hermenéutico de todo interés, que lo convierte en categoría
sociológica, al ser únicamente situable y comprensible en el marco del
desarrollo autoconstitutivo de la especie humana como comunidad construida, en
su progreso, mediante constante interacción simbólica. Vamos por tanto en
Habermas hacia lo hermenéutico como condición de posibilidad de toda
investigación posible. La combatida reducción positivista del conocimiento a
conocimiento científico-natural es
enfrentada a una elevación a categoría trascendental del conocimiento comprensivo entre sujetos,
cuya constitución como comunidad de investigadores es una posibilidad más de su
permanente diálogo autoconstitutivo.
El trayecto a seguir por la empresa habermasiana es por
tanto claro: salida del proposicionalismo positivista a través de la
hermenéutica en dirección hacia lo trascendental. Pero hay que tener algo
presente: Habermas mantendrá siempre su proyecto dentro del marco estricto de
una profundización en la lógica de la investigación explicitada como crítica
del sentido que el propio positivismo no puede obviar. Expresamente se anuncia
la intención de desarrollar una crítica inmanente del positivismo.
Más
allá de Kant, Habermas en Conocimiento e
Interés no se limita a desarrollar una teoría del conocimiento, sino que
intenta hacerse cuestión de su posibilidad y su necesidad. Estamos pues en la
“metacrítica” de la teoría del conocimiento. No cabría entender esta obra como
una simple restauración de la teoría del conocimiento que ataja su disolución
positivista. Habermas es consciente de que no es posible la simple vuelta a
Kant. Cree sin embargo que sí es posible volver a situarse en el nivel alcanzado
por Hegel al profundizar y concretar la subjetividad, si la problemática
metodológica del positivismo es tomada en serio contra él mismo.
Habermas,
tras Hegel, está decididamente situado en un plano metacrítico, donde, más allá
de Kant, no se pretende simplemente plantear la cuestión de la teoría del
conocimiento, sino que ésta se haga cuestión de sí misma. Podemos decir que en
lugar de la validez y posibilidad del conocimiento, es la validez y posibilidad
de su propia crítica lo que se discute. A diferencia de la de Adorno en su metacrítica vía
Husserl, la respuesta de Habermas afirma la necesidad de mantener la crítica
del conocimiento como única forma d ehacer frente al peligro positivista. Pero
ahora debe ser desarrollada por otros medios, los que proporciona el modelo
intersubjetivo, que es presentado como la gran novedad filosófica que supone un giro radical frente a la
anterior tradición conciencialista. En Conocimiento
e Interés la perspectiva lógico-trascendental clásica, entendiéndose por
tal la que retorna a una conciencia fundante a partir del resultado de sus
funciones de síntesis, es sustituida por
el nuevo enfoque. La obra está encaminada a mostrar el contenido que la
intersubjetividad posee en orden a la refundación de la teoría del conocimiento.
Pero
para ello el método elegido es el propio método histórico-hermenéutico de
diálogo con una serie de autores de la tradición que Habermas cree que puede
conducirle a donde él quiere llegar. Ése va a ser su “hilo conductor”. Ahora bien,
la problematicidad de tal método es significativa, pues de sus buenos
resultados sólo se podría esperar que quedara conseguida la necesidad y
viabilidad de la reconstrucción deseada, no sus contenidos. Habermas tendría
que haber entrado directamente a desarrollar las estructuras que hacen de la
intersubjetividad el trasfondo de todo conocimiento posible, estableciendo un
concepto de verdad alternativo al que la sitúa en la relación entre sujeto y
objeto. En cualquier caso, Habermas con lo que hace en Conocimiento e Interés no puede pretender para su nueva teoría del
conocimiento el mismo grado de validez filosófica alcanzado por Kant con su
método propiamente trascendental. Es ésta una inconsecuencia importante en la
obra: cómo Habermas pretende establecer un fundamento trascendental del
conocimiento a través de un método que no es trascendental sino que trascurre
por derroteros hermenéuticos. No cabría sentar lo hermenéutico como nivel
filosófico primordial hermenéuticamente. Sería en la obra posterior de Habermas
donde habría quedado desarrollado aquello a lo que simplemente se apunta en Conocimiento e Interés .No obstante es
conocida la afición de Habermas, ampliamente desarrollada en su obra posterior,
a exponer siempre sus ideas buscando el apoyo y a la vez la distancia oportuna
en relación con autores insertos en distintas tradiciones, de todas las cuales
se intenta mostrar que confluyen en la exigencia de encontrar una salida a sus
insuficiencias y aporías internas en la solución dialógica. Nuestra duda es si
el propósito de Conocimiento e Interéspuede
ser satisfecho con tal procedimiento.
Habermas
pretende dar cabida dentro de la teoría del conocimiento, y configurar en torno
a ello su contenido, a lo sociológico-empírico, pero no precisamente a lo
lógico-empírico bajo la forma de nivel básico no rebasable de datos
proposicionalmente enunciables, lo cual provocaría la temida degradación de
dicha teoría del conocimiento en mera metodología cientificista de la ciencia.
Cientificista
en un triple plano: primero, porque hay una reducción de todo posible saber al
conseguido según el modelo del conocimiento científico-natural; segundo, porque
produce una estricta separación entre la esfera vital, con su diversidad de
intereses, y el conocimiento; y tercero, porque concibe el conocimiento como
reflejo de hechos previos e independientes que la ciencia capta al margen de
cualquier trasfondo de constitución subjetiva. La lucha de Habermas contra
estas tres vertientes del reduccionismo positivista va a girar en torno al
desenmascaramiento del carácter errado y la inviabilidad de la tercera
vertiente. Inviabilidad porque el ocultamiento de la dimensión subjetiva
supuesta en todo acto de conocimiento obliga al positivismo, como se muestra en
Comte y Mach, a una recaída implícita pero total en el lenguaje metafísico cuya
superación es prioritaria y obsesiva para él. El ahondamiento en las
condiciones subjetivas será el movimiento que permita, además de dar con la
conexión con la esfera de la actividad vital movida por intereses, descubrir la
posibilidad y la necesidad, impuestas por ese contexto vital, de un tipo de
conocimiento distinto del científico-natural, que además de ser, por
descontado, tan legítimo como él, se sitúa en una dimensión que permite ese
ahondamiento, por lo que es inseparable de él. Aquí se produce un cortocircuito
problemático e interesante: la propia ciencia del hombre viene envuelta en la
autorreflexión que debería fundarla. Al igual que en la Fenomenología del
Espíritu, la labor que debería despejar el camino hacia la ciencia es ella
misma ya ciencia. Y al igual que Kant da por válido de antemano un concepto
normativo de ciencia sacado de las ciencias físico-matemáticas de su época,
Habermas parte de la relevancia gnoseológica de unas ciencias hermenéuticas, al
margen de las cuales no puede ser pensada su concepción de la intersubjetividad
fundante. Como también ocurre que de la misma manera que Kant parte, según nos
dice Habermas, de la seguridad de la autoconciencia que resulta como ya siempre
dada de antemano (aunque su unidad trascendental sólo pueda ser captada en la
propia efectividad de la representación), él da por sentada una
intersubjetividad anterior a toda objetivación (aunque sus estructuras
concretas sólo puedan desentrañarse en la dilucidación metametodológica de la
actividad científica) que sólo puede mantenerse desde una determinada
concepción, la hermenéutica, de las ciencias humanas, concepción no
problematizada en principio.
No
parece posible que, dado el planteamiento de Habermas de “embrollar” a las
ciencias humanas con la problemática fundante en la que él insiste, éstas
puedan poseer el grado necesario de ingenuidad “objetivista” que en las
ciencias naturales parece condición de la firmeza de sus logros “positivos”.