lunes, 14 de enero de 2013

TRABAJO SOBRE "CONOCIMIENTO E INTERÉS" DE HABERMAS (PRIMERA PARTE)



(Trabajo realizado hacia la segunda mitad de los años 90) 


El proyecto desarrollado por Habermas en Conocimiento e Interés consiste en el planteamiento consiste en una reconstrucción de la teoría del conocimiento que salve el reduccionismo metodológico-cientificista a que ha conducido el positivismo, responsable del  ocultamiento del auténtico y esencial sentido, sólo filosóficamente desentrañable, del conocimiento, que éste inexcusablemente posee en tanto que proyecto y empresa racionales mantenidos por el hombre occidental durante un prolongado intervalo temporal de búsqueda de la verdad. Ese sentido es poseído por el conocimiento en tanto que ciencia europea. Ésta no puede ser abstraída del proceso formativo de la humanidad en su conjunto, entendido como el constante avance en una maduración racional de fines emancipatorios, cualquiera que sea el sentido, seguramente político-trascendental, en que sea entendido este carácter. Se trata , pues, de indagar en el sentido racional de la ciencia, evitando una interpretación del conocimiento en ella plasmado hecha desde el estrecho marco de la epistemología positivista, que toma como modelo para todo conocimiento efectivo las ciencias naturales presentadas desde una óptica metodológico-proposicionalista que las reduce a máquina imparable de obtención de verdaes que se limitan a reflejar hechos considerados como datos últimos (objetivismo).
                Por tanto el Habermas de Conocimiento e Interés se nos aparece como heredero directo del Husserl de La Crisis de la Ciencias europeas . Se trata de salvar el sentido d ela ciencia como proyecto racional. Para ello es necesario ver en ella una plasmación del conocimiento que no reduzca el alcance de éste en el sentido positivista. Somos invitados a pasar de la metodología de la ciencia natural a dilucidación del trasfondo filosófico del conocimiento, trasfondo que es el único garante, como ya ha quedado sentado desde Kant, de su posibilidad, su validez y, ahora también, de su papel directriz en el proceso de crecimiento racional de la humanidad. Para llevar a cabo esta empresa, Habermas también se nos descubre como continuador de una amplia y conocida tradición alemana. Pero lo que en ella podía aparecer como una simple matización metodológica tendrá ahora ciertamente un mayor alcance: no se trata de responder a la unilateralidad positivista estableciendo un dualismo de métodos, ambos situados en el mismo plano de legitimidad  al servir a sendos intereses igualmente necesarios para el sujeto, pero totalmente opuestos en cuanto a su sentido; pues Habermas perseguirá remontarse hasta una esfera metametodológica de ese mismo interés que se convierte en condición de posibilidad de todo conocimiento en general. En Habermas antes de la diversidad de intereses está la unidad del sentido hermenéutico de todo interés, que lo convierte en categoría sociológica, al ser únicamente situable y comprensible en el marco del desarrollo autoconstitutivo de la especie humana como comunidad construida, en su progreso, mediante constante interacción simbólica. Vamos por tanto en Habermas hacia lo hermenéutico como condición de posibilidad de toda investigación posible. La combatida reducción positivista del conocimiento a conocimiento científico-natural  es enfrentada a una elevación a categoría trascendental  del conocimiento comprensivo entre sujetos, cuya constitución como comunidad de investigadores es una posibilidad más de su permanente diálogo autoconstitutivo.
El trayecto a seguir por la empresa habermasiana es por tanto claro: salida del proposicionalismo positivista a través de la hermenéutica en dirección hacia lo trascendental. Pero hay que tener algo presente: Habermas mantendrá siempre su proyecto dentro del marco estricto de una profundización en la lógica de la investigación explicitada como crítica del sentido que el propio positivismo no puede obviar. Expresamente se anuncia la intención de desarrollar una crítica inmanente del positivismo.
                Más allá de Kant, Habermas en Conocimiento e Interés no se limita a desarrollar una teoría del conocimiento, sino que intenta hacerse cuestión de su posibilidad y su necesidad. Estamos pues en la “metacrítica” de la teoría del conocimiento. No cabría entender esta obra como una simple restauración de la teoría del conocimiento que ataja su disolución positivista. Habermas es consciente de que no es posible la simple vuelta a Kant. Cree sin embargo que sí es posible volver a situarse en el nivel alcanzado por Hegel al profundizar y concretar la subjetividad, si la problemática metodológica del positivismo es tomada en serio contra él mismo.      
                Habermas, tras Hegel, está decididamente situado en un plano metacrítico, donde, más allá de Kant, no se pretende simplemente plantear la cuestión de la teoría del conocimiento, sino que ésta se haga cuestión de sí misma. Podemos decir que en lugar de la validez y posibilidad del conocimiento, es la validez y posibilidad de su propia crítica lo que se discute. A diferencia  de la de Adorno en su metacrítica vía Husserl, la respuesta de Habermas afirma la necesidad de mantener la crítica del conocimiento como única forma d ehacer frente al peligro positivista. Pero ahora debe ser desarrollada por otros medios, los que proporciona el modelo intersubjetivo, que es presentado como la gran novedad filosófica  que supone un giro radical frente a la anterior tradición conciencialista. En Conocimiento e Interés la perspectiva lógico-trascendental clásica, entendiéndose por tal la que retorna a una conciencia fundante a partir del resultado de sus funciones  de síntesis, es sustituida por el nuevo enfoque. La obra está encaminada a mostrar el contenido que la intersubjetividad posee en orden a la refundación  de la teoría del conocimiento.
                Pero para ello el método elegido es el propio método histórico-hermenéutico de diálogo con una serie de autores de la tradición que Habermas cree que puede conducirle a donde él quiere llegar. Ése va a ser su “hilo conductor”. Ahora bien, la problematicidad de tal método es significativa, pues de sus buenos resultados sólo se podría esperar que quedara conseguida la necesidad y viabilidad de la reconstrucción deseada, no sus contenidos. Habermas tendría que haber entrado directamente a desarrollar las estructuras que hacen de la intersubjetividad el trasfondo de todo conocimiento posible, estableciendo un concepto de verdad alternativo al que la sitúa en la relación entre sujeto y objeto. En cualquier caso, Habermas con lo que hace en Conocimiento e Interés no puede pretender para su nueva teoría del conocimiento el mismo grado de validez filosófica alcanzado por Kant con su método propiamente trascendental. Es ésta una inconsecuencia importante en la obra: cómo Habermas pretende establecer un fundamento trascendental del conocimiento a través de un método que no es trascendental sino que trascurre por derroteros hermenéuticos. No cabría sentar lo hermenéutico como nivel filosófico primordial hermenéuticamente. Sería en la obra posterior de Habermas donde habría quedado desarrollado aquello a lo que simplemente se apunta en Conocimiento e Interés .No obstante es conocida la afición de Habermas, ampliamente desarrollada en su obra posterior, a exponer siempre sus ideas buscando el apoyo y a la vez la distancia oportuna en relación con autores insertos en distintas tradiciones, de todas las cuales se intenta mostrar que confluyen en la exigencia de encontrar una salida a sus insuficiencias y aporías internas en la solución dialógica. Nuestra duda es si el propósito de Conocimiento e Interéspuede ser satisfecho con tal procedimiento.
                Habermas pretende dar cabida dentro de la teoría del conocimiento, y configurar en torno a ello su contenido, a lo sociológico-empírico, pero no precisamente a lo lógico-empírico bajo la forma de nivel básico no rebasable de datos proposicionalmente enunciables, lo cual provocaría la temida degradación de dicha teoría del conocimiento en mera metodología cientificista de la ciencia.
                Cientificista en un triple plano: primero, porque hay una reducción de todo posible saber al conseguido según el modelo del conocimiento científico-natural; segundo, porque produce una estricta separación entre la esfera vital, con su diversidad de intereses, y el conocimiento; y tercero, porque concibe el conocimiento como reflejo de hechos previos e independientes que la ciencia capta al margen de cualquier trasfondo de constitución subjetiva. La lucha de Habermas contra estas tres vertientes del reduccionismo positivista va a girar en torno al desenmascaramiento del carácter errado y la inviabilidad de la tercera vertiente. Inviabilidad porque el ocultamiento de la dimensión subjetiva supuesta en todo acto de conocimiento obliga al positivismo, como se muestra en Comte y Mach, a una recaída implícita pero total en el lenguaje metafísico cuya superación es prioritaria y obsesiva para él. El ahondamiento en las condiciones subjetivas será el movimiento que permita, además de dar con la conexión con la esfera de la actividad vital movida por intereses, descubrir la posibilidad y la necesidad, impuestas por ese contexto vital, de un tipo de conocimiento distinto del científico-natural, que además de ser, por descontado, tan legítimo como él, se sitúa en una dimensión que permite ese ahondamiento, por lo que es inseparable de él. Aquí se produce un cortocircuito problemático e interesante: la propia ciencia del hombre viene envuelta en la autorreflexión que debería fundarla. Al igual que en la Fenomenología del Espíritu, la labor que debería despejar el camino hacia la ciencia es ella misma ya ciencia. Y al igual que Kant da por válido de antemano un concepto normativo de ciencia sacado de las ciencias físico-matemáticas de su época, Habermas parte de la relevancia gnoseológica de unas ciencias hermenéuticas, al margen de las cuales no puede ser pensada su concepción de la intersubjetividad fundante. Como también ocurre que de la misma manera que Kant parte, según nos dice Habermas, de la seguridad de la autoconciencia que resulta como ya siempre dada de antemano (aunque su unidad trascendental sólo pueda ser captada en la propia efectividad de la representación), él da por sentada una intersubjetividad anterior a toda objetivación (aunque sus estructuras concretas sólo puedan desentrañarse en la dilucidación metametodológica de la actividad científica) que sólo puede mantenerse desde una determinada concepción, la hermenéutica, de las ciencias humanas, concepción no problematizada en principio.
                No parece posible que, dado el planteamiento de Habermas de “embrollar” a las ciencias humanas con la problemática fundante en la que él insiste, éstas puedan poseer el grado necesario de ingenuidad “objetivista” que en las ciencias naturales parece condición de la firmeza de sus logros “positivos”.