domingo, 19 de febrero de 2017

DECLARACIÓN DE GUERRA CULTURAL

El problema cultural del predominio social de la vulgaridad y la estupidez de los muchos y de su infatuación es un problema que adquirió hace ya mucho tiempo una gravedad especial que hace necesario enfrentarse a él y que exige que los que, por el tipo de contingencias biográficas que sea, han podido acceder a lo que está por encima de esa vulgaridad y esa estupidez  o vislumbrarlo traten de luchar espiritualmente contra ellas.
La mayoría de los llamados intelectuales viven en su mundo académico, donde obtienen sus satisfacciones profesionales, y no se dan cuenta de este problema. Viven en un gueto de especialización y erudición que les impide tomar conciencia de cuál es el cariz que ha tomado el mundo cultural social por causa de la preponderancia de la vulgaridad autosatisfecha y avasalladora.
Ortega, que además de filósofo académico era un hombre culto profundamente vital, sí se dio cuenta del problema y trató de enfrentarse a él en su libro "La rebelión de las masas", libro que nuestra inculta y alicorta progresía solo sabe leer o simplemente juzgar sin leer en clave de elitismo social o político.
Es necesario luchar contra las ínfulas y las imposiciones sociales de la vulgaridad filistea, y yo lo voy a intentar hacer en lo que concierne a mi circunstancia inmediata y en la medida en que  mis fuerzas intelectuales me lo permitan. Luchar contra la miseria cultural que nos envuelve es tan necesario o más que luchar contra las injusticias y por los derechos. En última instancia, el estado de la justicia social en una determinada comunidad depende del nivel que haya alcanzado su cultura. Además, los cambios en la "infraestructura" económica y en la organización política que serían necesarios para la misma mejora del nivel cultural de los tiempos tendrían que ser de tal magnitud y de tal radicalidad que su consecución es totalmente imposible y además podrían conllevar peligros éticos cuya asunción sería inadmisible. Por lo tanto solo queda como alternativa  la lucha cultural individual contra la miseria espiritual y la barbarie, cuya percepción tampoco es posible hacer universal mediante la razón filosófica, y por ello es necesario que el que tiene la suerte de tener esa percepción no universalizable salga a enfrentarse, en guerra cultural encarnizada, a la barbarie y la miseria que él puede percibir.

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