(Última parte de un trabajo sobre Husserl escrito en 1996 o 1997. Esta parte iría a continuación de la entrada de este blog titulada "Introducción a un trabajo sobre Husserl)
Pero también cabe hablar en otro sentido
de un cambio en la perspectiva trascendental que de alguna manera la concretiza
poniéndola en conexión con el mundo. Mientras que en un principio desde esa
perspectiva lo que se intentaba era mostrar las condiciones de posibilidad de
la experiencia mediante un regreso a las operaciones predicativas “aprióricas”
de una conciencia objetivante, en Husserl bien podemos hablar de que se produce
una inversión en dicho planteamiento, pues lo que se realiza es la mostración
de que toda conciencia de la objetividad tiene su suelo en el desenvolvimiento
de la experiencia instalada en el mundo. Por lo tanto, es el trato intencional
con el mundo lo que adquiere el rango de condición de posibilidad de todo ser
objetivo para nosotros. Esto sin duda está en relación con el recurso a la
experiencia antepredicativa iniciado ya en la Sexta Investigación de las Investigaciones Lógicas y que tan
revelador fue para Heidegger. Y desde luego también supone, frente a Kant, el
privilegiar la experiencia vivida individualmente sobre la experiencia
predicativa de la ciencia.
Con
todo ello tenemos que el planteamiento fenomenológico queda perfectamente
caracterizado con la afirmación de Fink de que en él se trata de llevar a cabo una teoría trascendental del mundo. No
es solo que al ser llevado el planteamiento trascendental a su plenitud con la
reducción el ser último, absoluto, del mundo, al margen del cual no cabe hablar
de ser, y más allá del cual no puede llegar ninguna reflexión, hay que
entenderlo en relación con la actividad del sujeto, sino que la posibilidad de
todo ser objetivo hay que buscarla en el estrato en que la subjetividad se
encuentra insertada necesariamente en el mundo, allí donde el absoluto
trascendental tiene un mundo. Aquí es donde tiene lugar lo que Fink llama la
“mundanización auténtica o primaria” en la fenomenología: la necesidad de que
el sujeto trascendental se autoconstituya como ser en el mundo: la necesidad de
la constitución como proceso (Werden) que parte de la subjetividad y termina en
el mundo como producto final. Esa constitución de seres en el contexto
universal del mundo que implica la propia automundanización de la subjetividad
constituyente. Automundanización necesaria y que está siempre ya de antemano,
pues pertenece al entramado intencional y no es algo que yo haga (Husserl). La
trascendentalización, más que la localización tras-mundana de la subjetividad,
es ahora su necesaria referencia , ella misma no mundana, al mundo.
En
este movimiento el mundo queda de alguna manera “absorbido” por la subjetividad
trascendental. De la fusión entre la conciencia y el mundo intenta extraer
Husserl la energía necesaria para alumbrar el suelo último donde radica
necesariamente la posibilidad de todo ser objetivo. Es sin duda la reducción la
operación que permite la implantación del mundo, en su ser pleno y con toda la
riqueza de su sentido como cadena de remisiones infinitamente ampliable, en la
conciencia.
No
olvidemos que con la reducción la conciencia queda “desmundanizada”, en el
sentido de que deja de ser considerada como presuponiendo la existencia de un
mundo previo, dentro del cual ella sería un hecho más. También hay que tener
siempre presente que de esta manera el mundo es tratado por Husserl como un
conjunto de estructuras esenciales que deben servir de hilo conductor para
llegar a la subjetividad constitutiva. Pero justamente con esta doble operación
de reducción eidética y trascendental se hace posible que a la par que la conciencia
queda desmundanizada, el mundo queda “trasplantado” a la conciencia como
esencialidad constituida que representa el único lugar donde puede ser
reflexivamente aprehendida la subjetividad y donde puede ser probado el alcance
de su fuerza de constitución universal y necesaria. La conciencia no garantiza
la objetividad mediante un “a priori” formal, sino que su capacidad de
generación de objetividad viene dada por su presencias en los propios
contenidos mundanos que ella vive y realiza. Su trascendentalidad consiste en
el estar siempre presente su actividad en medio del mundo.
El
propio Fink nos recuerda que no debemos ver en el método de la “epojé” una
simple interrupción del tema del mundo vigente hasta entonces, sino una
operación que posibilita el “mirarnos a nosotros mismos en nuestra propia
temática del mundo”. El mundo como tema general de la vida humana que es vivido
de manera ingenua en la actividad
natural, o lo que es lo mismo, que es meramente vivido, pero no captado
objetivamente, pasa ahora a ser “tematizado” como tal. El tener un mundo, el
estar instalado en él, el contar siempre con el “horizonte del mundo ambiente”,
lo que en la actitud natural era meramente presuposición operatoria de la vida,
lo que era en ella un medio pasado por alto para llegar temáticamente a las
cosas, se convierte ahora en “el objeto de una reflexión consecuente, de una
investigación metódica”. De esta manera se nos revela que para comprender
plenamente el mundo vivido es necesario comprender las experiencias que vivimos
sin pensar en ellas, conservar el tema del mundo al mismo tiempo que hacemos
entrar en el campo visual del pensamiento presuposiciones de la actividad
natural cada vez más a-temáticas. Al hacer esto captamos la acción subjetiva
siempre inseparable del mundo. Precisamente aquí es donde se abre el campo de
la subjetividad trascendental propuesta por Husserl.
Sin
embargo, Fink señala agudamente que Husserl no explicita suficientemente la
constitución del carácter mundano del sujeto en el que este oculta su
originalidad anterior al mundo. Él por su parte, en la evolución que según su
propia autointerpretación le llevará más allá de la fenomenología de Husserl,
parece privilegiar el mundo sobre la conciencia, con su idea de una
fenomenología constructiva que justamente pasa a temático y pone en primer
plano aquello que escapa a un análisis regresivo que busca su surgimiento en el
presente originario de la conciencia. Estos horizontes de no dación, de los que
no podemos tener experiencia de ningún modo, pero que vienen implicados por lo
que se da, se mostrarían en problemas tales como el de la historicidad del
sujeto trascendental, con su comienzo y su final no experimentables, o los
relativos a la infancia o a la totalidad de la historia social.
Pero
al mismo tiempo, para evitar que la trascendentalidad se le disuelva en la
relatividad del mundo, recurre Fink, en una operación que recuerda mucho a la
efectuada por Heidegger con su “Ser”, a realizar lo que podríamos llamar un
oscurecimiento y ahondamiento de lo trascendental, al situar su localización en
un casi mítico pre-ser. Con esto parece querer conjurar Fink el peligro que
según Ortiz de Urbina amenaza a Husserl: el de la recaída en una facticidad
trascendental.
Efectivamente,
este autor en primer lugar señala como característica distinta de la
perspectiva transcendental, frente a la psicologista, el remitir en sus
análisis mutuamente a los sujetos y a los objetos. Ya desde Kant la idea de
trascendentalidad habría sido aplicada a la unidad dialéctica de sujeto y
objeto; y en este sentido el continuador del planteamiento kantiano sería
Husserl, quien, de manera ejercida pero no representada, dice Ortiz de Urbina,
situaría la apertura trascendental en la confrontación dialéctica
sujeto-objeto. Al igual que la apercepción trascendental kantiana incluye la
realidad, en Husserl sería posible identificar la conciencia trascendental con
los objetos y estructuras que constituyen el campo de la conciencia. La
fenomenología trascendental, al perseguir una tematización concreta de la
subjetividad conseguiría que esta, sobre todo al ser ascendida a intersubjetividad
trascendental, incluyera la misma realidad de las cosas, el mundo estructurado
lógicamente. De esta manera, en una perspectiva muy buenista (de Gustavo Bueno),
la filosofía de Husserl podría verse como un intento de arraigar las
condiciones trascendentales de la cientificidad en la propia materialidad de
los objetos del mundo que constituyen el campo de la conciencia trascendental.
Igualmente,
la idea de que Husserl habría ejercido una dialéctica en todos los momentos
clave de su filosofía, superando la contradicción sujeto-objeto propia de la
discusión idealismo-realismo, podría concretarse afirmando que en él, con la
transformación trascendental de la conciencia, que deja de ser una conciencia
psicológica real, un fragmento del mundo encerrado en los límites que le impone
el dualismo contencioso tradicional para pasar a ser una conciencia cuyo campo
son los objetos, que remite universal y necesariamente a ellos y que por tanto
puede dar cuenta no ya de la representación del mundo sino del mundo como tal,
se establece una relación “diamérica”, no de oposición “metamérica”, entre
sujeto y objeto. Ya con la idea de idea de intencionalidad, que permite la mutua
imbricación entre los actos intencionales y sus objetos según el a priori de
correlación, se invalidaría el enfoque según el cual en la relación de
conocimiento se enfrentan las vivencias subjetivas, reales, como actos
psicológicos a unos contenidos materiales, hiléticos; dos polos opuestos
metafísicamente en su ser entre los que no cabría mediación alguna, sino solo
suponer que las primeras, los actos, actúan como indicios o señales de los
segundos.
Husserl
tendría la ventaja frente a Kant, del que sería continuador , como hemos dicho,
en la consideración de la unidad “dialéctica” entre sujeto y objeto, de haber
sabido distinguir entre una problemática para la naturaleza precientífica y una
problemática de la ciencia de la naturaleza, y además el haber entendido la vía
trascendental no como el tomar por dadas como en una “positividad apriórica”
las formaciones lógicas, sino como el retrotraerlas a una “experiencia
originaria” .
Pero Ortiz de
Urbina nos advierte del peligro, a su juicio existente en Husserl, de recaída
en lo que él llama una cierta facticidad trascendental. Desde un principio y
como es bien sabido, Husserl asume decididamente la problemática de las
relaciones y leyes lógicas, y su irreductibilidad a lo dado; y por otra parte
su proyecto maduro de llegar a una lógica trascendental a partir del regreso a
las fuentes del sujeto fenomenológico no significa el volver a una lógica
mundana entendida en un sentido psicológico o social, sino el alumbramiento de
una ”Lebenswelt” objetiva y material que se revela como base necesaria de todo
sentido de la experiencia, trascendental por tanto. No obstante, Ortiz de
Urbina nos pone en guardia frente a la “obsesión descripcionista” de Husserl que
le empujaría a subordinar las necesidades aprióricas a la descripción de la
intuición de las vivencias de la conciencia, y frente a una “tentación vitalista”
que al llevarle, al final de su producción filosófica, a querer enraizar la
logicidad en una lógica viviente, en una ”Lebenswelt” antepredicativa,
supondría nada menos que una amenaza de irracionalismo en Husserl.
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