domingo, 26 de febrero de 2017

MUNDO Y TRASCENDENTALIDAD



(Última parte de un trabajo sobre Husserl escrito en 1996 o 1997. Esta parte iría a continuación de la entrada de este blog titulada "Introducción a un trabajo sobre Husserl) 





Pero también cabe hablar en otro sentido de un cambio en la perspectiva trascendental que de alguna manera la concretiza poniéndola en conexión con el mundo. Mientras que en un principio desde esa perspectiva lo que se intentaba era mostrar las condiciones de posibilidad de la experiencia mediante un regreso a las operaciones predicativas “aprióricas” de una conciencia objetivante, en Husserl bien podemos hablar de que se produce una inversión en dicho planteamiento, pues lo que se realiza es la mostración de que toda conciencia de la objetividad tiene su suelo en el desenvolvimiento de la experiencia instalada en el mundo. Por lo tanto, es el trato intencional con el mundo lo que adquiere el rango de condición de posibilidad de todo ser objetivo para nosotros. Esto sin duda está en relación con el recurso a la experiencia antepredicativa iniciado ya en la Sexta Investigación de las Investigaciones Lógicas y que tan revelador fue para Heidegger. Y desde luego también supone, frente a Kant, el privilegiar la experiencia vivida individualmente sobre la experiencia predicativa de la ciencia.
            Con todo ello tenemos que el planteamiento fenomenológico queda perfectamente caracterizado con la afirmación de Fink de que en él se trata de llevar  a cabo una teoría trascendental del mundo. No es solo que al ser llevado el planteamiento trascendental a su plenitud con la reducción el ser último, absoluto, del mundo, al margen del cual no cabe hablar de ser, y más allá del cual no puede llegar ninguna reflexión, hay que entenderlo en relación con la actividad del sujeto, sino que la posibilidad de todo ser objetivo hay que buscarla en el estrato en que la subjetividad se encuentra insertada necesariamente en el mundo, allí donde el absoluto trascendental tiene un mundo. Aquí es donde tiene lugar lo que Fink llama la “mundanización auténtica o primaria” en la fenomenología: la necesidad de que el sujeto trascendental se autoconstituya como ser en el mundo: la necesidad de la constitución como proceso (Werden) que parte de la subjetividad y termina en el mundo como producto final. Esa constitución de seres en el contexto universal del mundo que implica la propia automundanización de la subjetividad constituyente. Automundanización necesaria y que está siempre ya de antemano, pues pertenece al entramado intencional y no es algo que yo haga (Husserl). La trascendentalización, más que la localización tras-mundana de la subjetividad, es ahora su necesaria referencia , ella misma no mundana, al mundo.  
            En este movimiento el mundo queda de alguna manera “absorbido” por la subjetividad trascendental. De la fusión entre la conciencia y el mundo intenta extraer Husserl la energía necesaria para alumbrar el suelo último donde radica necesariamente la posibilidad de todo ser objetivo. Es sin duda la reducción la operación que permite la implantación del mundo, en su ser pleno y con toda la riqueza de su sentido como cadena de remisiones infinitamente ampliable, en la conciencia.
            No olvidemos que con la reducción la conciencia queda “desmundanizada”, en el sentido de que deja de ser considerada como presuponiendo la existencia de un mundo previo, dentro del cual ella sería un hecho más. También hay que tener siempre presente que de esta manera el mundo es tratado por Husserl como un conjunto de estructuras esenciales que deben servir de hilo conductor para llegar a la subjetividad constitutiva. Pero justamente con esta doble operación de reducción eidética y trascendental se hace posible que a la par que la conciencia queda desmundanizada, el mundo queda “trasplantado” a la conciencia como esencialidad constituida que representa el único lugar donde puede ser reflexivamente aprehendida la subjetividad y donde puede ser probado el alcance de su fuerza de constitución universal y necesaria. La conciencia no garantiza la objetividad mediante un “a priori” formal, sino que su capacidad de generación de objetividad viene dada por su presencias en los propios contenidos mundanos que ella vive y realiza. Su trascendentalidad consiste en el estar siempre presente su actividad en medio del mundo.
            El propio Fink nos recuerda que no debemos ver en el método de la “epojé” una simple interrupción del tema del mundo vigente hasta entonces, sino una operación que posibilita el “mirarnos a nosotros mismos en nuestra propia temática del mundo”. El mundo como tema general de la vida humana que es vivido de manera  ingenua en la actividad natural, o lo que es lo mismo, que es meramente vivido, pero no captado objetivamente, pasa ahora a ser “tematizado” como tal. El tener un mundo, el estar instalado en él, el contar siempre con el “horizonte del mundo ambiente”, lo que en la actitud natural era meramente presuposición operatoria de la vida, lo que era en ella un medio pasado por alto para llegar temáticamente a las cosas, se convierte ahora en “el objeto de una reflexión consecuente, de una investigación metódica”. De esta manera se nos revela que para comprender plenamente el mundo vivido es necesario comprender las experiencias que vivimos sin pensar en ellas, conservar el tema del mundo al mismo tiempo que hacemos entrar en el campo visual del pensamiento presuposiciones de la actividad natural cada vez más a-temáticas. Al hacer esto captamos la acción subjetiva siempre inseparable del mundo. Precisamente aquí es donde se abre el campo de la subjetividad trascendental propuesta por Husserl.
            Sin embargo, Fink señala agudamente que Husserl no explicita suficientemente la constitución del carácter mundano del sujeto en el que este oculta su originalidad anterior al mundo. Él por su parte, en la evolución que según su propia autointerpretación le llevará más allá de la fenomenología de Husserl, parece privilegiar el mundo sobre la conciencia, con su idea de una fenomenología constructiva que justamente pasa a temático y pone en primer plano aquello que escapa a un análisis regresivo que busca su surgimiento en el presente originario de la conciencia. Estos horizontes de no dación, de los que no podemos tener experiencia de ningún modo, pero que vienen implicados por lo que se da, se mostrarían en problemas tales como el de la historicidad del sujeto trascendental, con su comienzo y su final no experimentables, o los relativos a la infancia o a la totalidad de la historia social.
            Pero al mismo tiempo, para evitar que la trascendentalidad se le disuelva en la relatividad del mundo, recurre Fink, en una operación que recuerda mucho a la efectuada por Heidegger con su “Ser”, a realizar lo que podríamos llamar un oscurecimiento y ahondamiento de lo trascendental, al situar su localización en un casi mítico pre-ser. Con esto parece querer conjurar Fink el peligro que según Ortiz de Urbina amenaza a Husserl: el de la recaída en una facticidad trascendental.
            Efectivamente, este autor en primer lugar señala como característica distinta de la perspectiva transcendental, frente a la psicologista, el remitir en sus análisis mutuamente a los sujetos y a los objetos. Ya desde Kant la idea de trascendentalidad habría sido aplicada a la unidad dialéctica de sujeto y objeto; y en este sentido el continuador del planteamiento kantiano sería Husserl, quien, de manera ejercida pero no representada, dice Ortiz de Urbina, situaría la apertura trascendental en la confrontación dialéctica sujeto-objeto. Al igual que la apercepción trascendental kantiana incluye la realidad, en Husserl sería posible identificar la conciencia trascendental con los objetos y estructuras que constituyen el campo de la conciencia. La fenomenología trascendental, al perseguir una tematización concreta de la subjetividad conseguiría que esta, sobre todo al ser ascendida a intersubjetividad trascendental, incluyera la misma realidad de las cosas, el mundo estructurado lógicamente. De esta manera, en una perspectiva muy buenista (de Gustavo Bueno), la filosofía de Husserl podría verse como un intento de arraigar las condiciones trascendentales de la cientificidad en la propia materialidad de los objetos del mundo que constituyen el campo de la conciencia trascendental.
            Igualmente, la idea de que Husserl habría ejercido una dialéctica en todos los momentos clave de su filosofía, superando la contradicción sujeto-objeto propia de la discusión idealismo-realismo, podría concretarse afirmando que en él, con la transformación trascendental de la conciencia, que deja de ser una conciencia psicológica real, un fragmento del mundo encerrado en los límites que le impone el dualismo contencioso tradicional para pasar a ser una conciencia cuyo campo son los objetos, que remite universal y necesariamente a ellos y que por tanto puede dar cuenta no ya de la representación del mundo sino del mundo como tal, se establece una relación “diamérica”, no de oposición “metamérica”, entre sujeto y objeto. Ya con la idea de idea de intencionalidad, que permite la mutua imbricación entre los actos intencionales y sus objetos según el a priori de correlación, se invalidaría el enfoque según el cual en la relación de conocimiento se enfrentan las vivencias subjetivas, reales, como actos psicológicos a unos contenidos materiales, hiléticos; dos polos opuestos metafísicamente en su ser entre los que no cabría mediación alguna, sino solo suponer que las primeras, los actos, actúan como indicios o señales de los segundos.
Husserl tendría la ventaja frente a Kant, del que sería continuador , como hemos dicho, en la consideración de la unidad “dialéctica” entre sujeto y objeto, de haber sabido distinguir entre una problemática para la naturaleza precientífica y una problemática de la ciencia de la naturaleza, y además el haber entendido la vía trascendental no como el tomar por dadas como en una “positividad apriórica” las formaciones lógicas, sino como el retrotraerlas a una “experiencia originaria”í﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ja frente a Kant, del que serdos.s metaftivas, reales, como actos psicolmutua imbricacil mundo presuposiciones de la a.

Pero Ortiz de Urbina nos advierte del peligro, a su juicio existente en Husserl, de recaída en lo que él llama una cierta facticidad trascendental. Desde un principio y como es bien sabido, Husserl asume decididamente la problemática de las relaciones y leyes lógicas, y su irreductibilidad a lo dado; y por otra parte su proyecto maduro de llegar a una lógica trascendental a partir del regreso a las fuentes del sujeto fenomenológico no significa el volver a una lógica mundana entendida en un sentido psicológico o social, sino el alumbramiento de una ”Lebenswelt” objetiva y material que se revela como base necesaria de todo sentido de la experiencia, trascendental por tanto. No obstante, Ortiz de Urbina nos pone en guardia frente a la “obsesión descripcionista” de Husserl que le empujaría a subordinar las necesidades aprióricas a la descripción de la intuición de las vivencias de la conciencia, y frente a una “tentación vitalista” que al llevarle, al final de su producción filosófica, a querer enraizar la logicidad en una lógica viviente, en una ”Lebenswelt” antepredicativa, supondría nada menos que una amenaza de irracionalismo en Husserl.  il mundo presuposiciones de la aente a la "dnetal portantol sujeto o maduro de llegar a una ll cil mundo presuposiciones de la a  al mundo presuposiciones de la ae del peligro, a su juicio existente en Husserl, d erecaimbricacil mundo presuposiciones de la ael mundo presuposiciones de la aa no ya de la reporesentaciuyo campo son los objetosidad vidad del mundo presuposiciones de la a   

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