domingo, 5 de noviembre de 2017

IRRACIONALISMO VITAL Y SUPERACIÓN DE LA FILOSOFÍA




La tarea que se propone consiste en una auténtica superación de la filosofía, que se busca por la incapacidad filosófica para satisfacer las necesidades vitales culturales del individuo existente y que permita un discurso donde aparezcan esos contenidos vitales culturales que la filosofía no puede dar y no el formalismo universalista de la Razón ni tampoco la continuación del metadiscurso que pretende deslegitimarla las ideas filosóficamente tradicionales de Verdad, Sujeto o Representación. Este metadiscurso solo ofrece el negativo de la filosofía pero no su superación, y está en dependencia parasitaria del metadiscurso  de las Ideas metafísicas positivas. Para lograr la superación de la filosofía hay que pasar de los metadiscursos a los discursos que afirmen contenidos vitales, ya sean axiológicos, cosmovisionales o psicológicos sobre la propia identidad personal, sin pretender de ninguna manera discutir argumentativamente sobre su pretensión de verdad o sobre la manera, universalista o contextualista, en que haya que entender esta. Se trataría de ofrecer juicios sobre contenidos culturales que puedan significar un valor positivo para el individuo existente. Afirmar lo creído y sentido sobre contenidos culturales concretos para de esta manera proceder a una autoafirmación del individuo en su existencia concreta, que no es ninguna relación comprensiva con el “Ser” ni ningún hallarse real en una estructura universal del “mundo de la vida”, sino un vivir en medio de contenidos culturales histórica y socialmente concretos. El “mundo de la vida” es concreción cultural particular y no ninguna estructura universal de los “modos de darse” de toda objetividad posible. Defendemos, por tanto, un nominalismo cultural de la vida y un pragmatismo no preocupado por la utilidad social sino por el individuo que busca la afirmación de su identidad de existente.
Quien afirma lo que cree y siente como verdadero sin el apoyo de un metadiscurso que explique cómo entiende él su pretensión de verdad y que la justifique ha superado la filosofía. Se dirá que esto es volver a lo que había antes de la filosofía, no superarla, un retroceso frente a la exigencia racional de autojustifucación que la cultura occidental, con Sócrates, descubrió cómo una necesidad impuesta por la dignidad racional humana y posibilitadora de que nuestros discursos alcancen dignidad moral. Pero hay que pensar en en lo exiguo de los logros de esta exigencia de autojustificación intelectualista hacia las propias creencias y los propios discursos, vista desde la perspectiva de la necesidad vital de contenidos culturales concretos que permitan el sentido y el valor de la propia existencia. La vida de las personas sigue en todos los casos y latitudes alimentándose culturalmente de contenidos en formas de creencias y sentimientos que no pueden pasar la prueba de la justificabilidad racional universalista. La búsqueda de esta ha permitido la enunciación de las leyes racionales de la ciencia y de los principios ético-políticos de convivencia y comunicación justas. Se dirá que esto no es poco, pero insistimos en que estos logros no permiten satisfacer la necesidad de contenidos culturales válidos vitalmente para el ser humano en su búsqueda individual de sentido y valor para su existencia. La filosofía engaña porque no distingue entre su función lograda de garantizar una racionalidad para la esfera de la intersubjetividad, bien convertida en sujeto colectivo de la ciencia o bien como constituyente del orden práctico de la convivencia y la comunicación, y su impotencia para ofrecer al individuo existente como realidad psicológica pre- y supra-social la posibilidad de justificar sus creencias y las intuiciones de su sentir. La esfera irracional de la vida individual necesita su expresión y autoafirmación mediante discursos culturales que no sean ya filosóficos, pero que tampoco pueden ser dados por el mero ingenio estético literario.
Es cierto que vamos a insistir en una prevención política de carácter filosófico, consistente en la necesidad de ser conscientes de que la verdad vital del individuo existente, que se asienta sobre la irracionalidad privada de lo creído y sentido, y también de lo sabido sobre la propia identidad, no puede tener primacía sobre la necesidad práctica intersubjetiva de principios universalistas de justicia que posibiliten la convivencia y la comunicación en igualdad de condiciones para permitir el desarrollo de la individualidad de todos.
Pero esta precaución filosófica se toma para que quede el camino libre para la expresión de lo que podemos llamar la ideología privada del individuo afirmada directamente en un discurso despreocupado de la exigencia filosófica de justificación válida para la intersubjetividad. 


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