miércoles, 4 de noviembre de 2020

CONTINUACIÓN DEL DEBATE SOBRE EL CIENTIFICISMO

Veo que tu posición se aproxima bastante a lo que es el positivismo en el sentido filosófico estricto del término: el conocimiento científico nos permite aprehender los fenómenos, como tú bien dices, pero no llegar hasta la esencia última, metafísica, de la realidad, ni hasta sus causas primeras. A mí me parece bien esta posición y también creo que, como suelo decir, cuando la ciencia, o más bien habría que decir los científicos, pretenden sacar conclusiones metafísicas cosmovisionales, la ciencia lo mismo vale para un roto que para un descosido, según la ideología particular extracientífica o los gustos personales de cada científico en cuestión. Si nos atenemos al positivismo , en el sentido filosófico riguroso de la palabra, creo que hay que sacar la conclusión que sacó un científico positivista, Du Bois-Reymond: en todo lo concerniente a lo metafísico“Ignoramus et ignorabimus”( Ignoramos e ignoraremos).
No obstante yo insistiría en la cuestión de que si la ciencia es un mero instrumento, como dices, que ha resultado de un proceso evolutivo contingente, entonces es un conocimiento puramente relativo a nuestra constitución fáctica. Pero resulta que la misma Lógica, con la que construimos el edificio del conocimiento, en su ejercicio, en sus rendimientos cognitivos concretos, tiene en sí misma y por sí misma una pretensión de validez absoluta, ideal, que no puede tener un origen fáctico, es decir, que la Lógica perdería necesariamente si la concebimos como un resultado de la forma fáctica, natural, en que funciona nuestro cerebro. Esta es la cuestión que planteó el matemático y filósofo Edmund Husserl en sus “Prolegómenos a una lógica pura”, que constituyen la introducción a sus “Investigaciones lógicas”.
Hay que plantear otra cuestión. Lo haré ahora brevemente para desarrollarla en alguna comunicación sucesiva. El rechazo del naturalismo materialista en el tratamiento de la cuestión del hombre no es necesario que vaya unido a una posición metafísica espiritualista. Puede basarse simplemente en la idea de que aunque el hombre sea en su origen evolutivo un ser natural, en su concreción vivida el hombre es un ser cultural, histórico, social, institucional, político, simbólico, y que por tanto su estudio debe hacerse con los medios no de la ciencia natural, sino con otros medios ( comprensivos, hermenéuticos,fenomenológicos, filosófico-antropológicos) que capten esa concreción cultural y no natural del hombre. Es bien conocido desde antiguo ( por ejemplo se encuentra en el “Protágoras” de Platón) y es una idea que ha tenido múltiples modulaciones en la antropología y en la filosofía del siglo XX, que la naturaleza deja al hombre en una amplia indeterminación, que el hombre es el ser no fijado por naturaleza y que es culturalmente e históricamente como el hombre adquiere y desarrolla su concreta y particular forma de vida. “El hombre no tiene naturaleza, solo tiene historia”, dijo Ortega y Gasset. Esto es sin duda una exageración, pero apunta a esta cuestión de la concreción esencial histórico-cultural que tiene la vida del hombre, que no puede ser reducida a los procesos naturales que tienen lugar en él o que han conducido hasta él y que no puede ser entendida por ellos. Esta idea del ser no natural sino cultural del hombre era el Leitmotiv de mis clases cuando yo era profesor de filosofía. Si te digo la verdad, ahora no estoy seguro de nada, tampoco de esto. Y además esta idea de la indeterminación natural del hombre y su determinación cultural, siendo el hombre por naturaleza un ser completamente o casi completamente abierto, tiene implicaciones políticas de actualidad, por ejemplo en la “ideología de género”, que a mí últimamente no me gustan un pelo. Pero eso es otra historia. Hay un libro de Steven Pinker, psicólogo digamos “cientificista” e ilustrado, que se llama “La tabla rasa, que es una crítica de este planteamiento “antinaturalista” que tan presente ha estado en la filosofía contemporánea y en todo el pensamiento antropológico del siglo XX. El famoso “antiesencialismo” posmoderno tiene su origen moderno en esta idea del hombre no determinado por naturaleza, que tan importante fue también en el pensamiento existencialista, por ejemplo en el de Jean Paul Sartre.

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