Lamento de soledad
en noche de sinsentido,
agonía de la verdad
en el día del olvido.
Fulgurar de mi desorden
en mi materia sufriente,
en el anhelo sin orden,
en mi extraña carnal mente.
Excitación del fracaso
del ánimo destruido
por absurdo y triste acaso
del raro amor maldecido.
Soy el débil desgraciado
de los impulsos oscuros,
pero Nietzsche emocionado
gritó ferviente: “¡Haceos duros!”
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