viernes, 1 de abril de 2016

APUNTES FILOSÓFICO-IDEOLÓGICOS SOBRE EL PROBLEMA DEL TRABAJO

El problema del sentido y valor antropológicos del trabajo lleva al planteamiento de si es posible o no determinar filosóficamente una finalidad del proceso histórico de la civilización. Y la respuesta a este interrogante vendrá necesariamente envuelta por la que se dé a la pregunta antropológica fundamental por la esencia del hombre. Si la respuesta a esta pregunta fundamental no puede ser la que venga dada por una argumentación filosófica capaz de exigir discursivamente el acuerdo de todos los participantes en el diálogo sobre el tema en cuestión, entonces el tema que nos ocupa, el del sentido y valor humanos del trabajo, se tratará de un tema ideológico sobre el que solo podrán ser mantenidas posiciones derivadas de contingencias ideológicas no superables por el punto de vista único y unificador de la razón libre de "impurezas" fácticas dadas por la posición particular de cada participante en el diálogo.
Y esto es lo que ocurre: el sentido y valor del trabajo humano solo puede ser enunciado según posiciones que implican tomas de postura cosmovisionales no decidibles por la necesidad discursiva de asentir a la fuerza exclusivamente filosófica del mejor argumento, ni mucho menos por la necesidad de aceptar el resultado de una demostración estricta. Estamos, pues, ante un tema ideológico sobre el que existirán tantos puntos de vista divergentes como posiciones contingentes asentadas en las "impurezas" fácticas de las perspectivas psicológicas y sociales particulares.
El problema que se plantea si nos preguntamos si con el trabajo estamos construyendo una humanidad que a través de su propio esfuerzo histórico esté en vías hacia su plenitud o si el trabajo es un mero resultado de la compulsión natural a la autoconservación que carece de valor como vía hacia una finalidad de plenitud humana como realización de lo que constituye el auténtico ser del hombre pero no le viene dado sino que él mismo tiene que hacerse, este problema, decimos, es una cuestión ideológica no resoluble por ningún tipo de razón filosófica que pueda descubrir la solución correcta, ni por evidencia del "sujeto monológico", ni por acuerdo argumentativamente forzoso de todos los participantes en una discusión sobre dicho problema. Hay problemas filosóficos, pero solo hay respuestas ideológicas a ellos. Estas respuestas en última instancia necesitan apoyarse en creencias o intuiciones cosmovisionales que no pueden ser controladas filosóficamente por procedimientos de validación racional, sea el de la evidencia de la conciencia individual, sea el del acuerdo al que se verían abocados todos los participantes en el diálogo por una necesidad pragmática operante en cuanto han decidido participar en tal diálogo.
El que pensemos que por el trabajo nos estamos encaminando a una plenitud esencial del ser humano o simplemente que con él estamos continuando un proceso de historia natural que no tiene, dispuesta por su carácter natural, ninguna finalidad de realización que podamos valorar como superior al proceso adaptativo de cualquier especie diferente de la humana dependerá de que tengamos una visión naturalista o no del ser del hombre, y esto remite a su vez a la cuestión cosmovisional última sobre la existencia o no de un principio en el hombre diferente al de su origen natural evolutivo. Nos encontramos ante una alternativa filosófica solo resoluble ideológicamente, es decir, según la contingencia fáctica de nuestra posición psicológica y social en el mundo, según nuestra perspectiva no absorbible por una razón que dé la verdad universal en la que todos estemos obligados a coincidir.
Cabe la posibilidad de pensar que el trabajo no nos va a conducir a ningún "Punto Omega", el punto de la plenitud cósmica a través de la realización total y definitiva de la esencia humana, pero que tampoco el trabajo es simple proceso adaptativo sin sentido ni valor específicamente humano, pues el trabajo nos pondría en un proceso infinito de autoperfeccionamiento en el que consistiría precisamente lo específico del hombre. Pero si no contamos con el criterio de lo que sería una realización plena y total del ser humano, no es posible saber si ese proceso infinito es efectivamente un proceso de perfeccionamiento o simplemente la continuación sin sentido y valor específicamente humanos de un proceso natural que no puede ser valorado ni como ascendente ni como descendente, ni como mejoramiento ni como empeoramiento, que es simplemente continuación de la compulsión sin cualidad de valor a la autoconservación.
La postura que considera el trabajo como medio histórico que conduce a un "Punto Omega"  de realización cósmica que incluye la plenitud de la realización humana se encuentra, con su correspondiente y necesaria base en una cosmovisión espiritualista, en Teilhard de Chardin. En el revolucionario bolchevique Lunacharski, concretamente en su libro "Socialismo y religión", hay una visión del trabajo como medio de un autoperfeccionamiento del hombre, que apunta a su plenitud realizativa, que nos atrevemos a decir que no es consecuente con el materialismo de su decisión cosmovisional de base. Si no hay actuante en el hombre un principio no natural, todo su desarrollo histórico civilizatorio solo puede ser una historia natural entendible en términos de una autoafirmación adaptativa que solo produce su autoconservación pero ningún tipo de realización de una esencia humana que no vendría dada naturalmente sino cuya actualización tendría que conseguirse por un proceso histórico valorable como progreso.
La postura según la cual el trabajo nos sitúa en un proceso infinito de autoperfeccionamiento que no podemos decir que tenga una base no natural pero en el que se realiza la disposición en la que nos coloca la propia naturaleza para una realización no natural creemos que es la de Kant. Pero esta postura es equivalente a la postura del materialismo naturalista, solo que expresada en términos menos crudos y nihilistas. El hombre, según esta posición, sería una anomalía de la naturaleza, pues en él se habría hecho necesario el trabajo de la cultura para su supervivencia, pero en ningún caso esta supervivencia del hombre podría considerarse un perfeccionamiento o un progreso sino la continuación por medios específicos del hombre del proceso natural de compulsión al éxito adaptativo.
En este caso, con el trabajo de la cultura (entendida en su sentido antropológico amplio) no estamos construyendo una humanidad sublime ni "trascendental"(esto último en el sentido de una humanidad como resultado necesario de un proceso necesario de autoconstitución de la razón como propiedad específica del hombre frente a la naturaleza), sino solo prosiguiendo el proceso natural de adaptación de la vida al medio contingente dado.
Pero también cabe pensar que aunque el trabajo sea solo un medio natural de adaptación al medio no valorable como medio de perfeccionamiento esencial humano, sí existe en el hombre una facultad no natural cuyo desarrollo sí sería la realización de la auténtica esencia humana. Esta facultad sería la de la contemplación y creación de valores. Por lo tanto, la auténtica realización humana, con valor de actualización de la auténtica esencia humana no natural, estaría en la reducción de la necesidad de trabajo para liberar tiempo y energía para la contemplación y creación de valores, es decir, para lo que habitualmente se llama cultura en un sentido restringido o "circunscrito" a lo espiritual.
Esta última postura, que es la nuestra, se basa, como las anteriores, en una decisión ideológica (no racional-universal) sobre la esencia del hombre que no cabe argumentar para hacerla evidente discursivamente para todos, o aunque solo sea para el que la mantiene, sino que solo cabe expresarla como verdad de nuestra perspectiva sobre el mundo y luchar ideológicamente para que triunfe.
Aunque esta decisión sobre la esencia humana y sobre la cosmovisión en que basarla no se apoya en una libertad absoluta de la subjetividad ante la ausencia total de valores percibidos como existentes en-sí, sino que se apoya en intuiciones y creencias que se tienen de hecho como ser fáctico situado en perspectiva sobre el mundo pero que, como hemos dicho, no pueden ser controladas filosóficamente para hacerlas evidentes de manera incontestable o para hacerlas obligatorias pragmáticamente (según la necesidad del uso del lenguaje) para todo participante en una discusión sobre ellas.      

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