Vino el ocaso de nuestro dolor,
concebiste el gozo
y entregaste el entusiasmo de tu vida.
La noche nos contemplaba
exaltada en oscuridad y lejanía.
La luz suave de los astros
era la aureola del placer.
Fue la suprema conciencia del amor
y el final de las pulsiones torturadas
en sagrado misterio de pasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario